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10 preguntas sobre la
identidad de Dios:
Claro que
podemos. Porque Dios ha dejado huellas de sí mismo en todo lo que existe – el
esplendor y la belleza de la naturaleza, la impresionante complejidad de los
fenómenos biológicos, el sentido de lo justo que todos llevamos dentro, la
nostalgia de perfección que hay en el fondo de nuestro corazón – y el hombre es
naturalmente capaz de descubrir esas huellas y, por ese camino, llegar a Dios.
Es
sorprendente pensar que cada vez más nos servimos más de nuestras capacidades
para hacernos dueños de la naturaleza y para lograr avances tecnológicos
asombrosos, pero ya no nos atrevemos a servirnos de esas mismas capacidades
para llegar a Dios. ¿Cómo es posible que la inteligencia humana sea capaz de
tantísimos progresos técnicos y científicos y no sea capaz de resolver los
enigmas que rodean su propia vida? ¿Qué le ocurre al ser humano, que es un
misterio para sí mismo? ¿Cómo puede una persona “pasar” por la vida sin
interrogarse por la cuestión de su origen y de su fin, del sentido de su vida?
Aquellos que ahogan dentro de sí estas cuestiones y renuncian a comprenderse a
sí mismos, se autocondenan a vivir una vida menos humana, menos auténtica, más
absurda. Quien quiera responder a estas cuestiones no tiene más remedio que
comenzar formulando la pregunta sobre Dios: ¿existe Dios?
2. ¿Podemos mostrar racionalmente que Dios
existe?
Creemos que
sí, que es posible construir un razonamiento que, basándose en la comprobación
de un determinado aspecto de la realidad, (como el devenir, el orden, etc.),
conduce a la afirmación de la existencia de Dios como única explicación
posible. La más evidente de estas vías o “pruebas” es la del orden. La premisa
mayor es que donde hay un orden, tiene que haber una mente ordenadora. La
premisa menor es la existencia de un orden en todo el universo. La conclusión
es que tiene que haber un ordenador universal.
¿Por qué
tenemos que aceptar la premisa mayor, que donde hay orden tiene que haber un
ordenador? Porque es algo evidente, y todo el mundo admite este principio en la
práctica. Por ejemplo, supongamos que llegamos a una isla desierta y
encontramos “S.O.S.” escrito en la arena de la playa. Nadie pensaría que el
viento o las olas lo han escrito por pura casualidad. Todos pensaríamos que en
la isla hay alguien lo suficientemente inteligente como para haber escrito ese
mensaje. De la misma manera, si encontráramos en la isla una cabaña de piedra,
con ventanas, puertas y una chimenea, no se nos ocurriría pensar que las
piedras habían quedado colocadas de esa manera a consecuencia de un huracán.
Todos pensamos inmediatamente en una mente ordenadora cuando vemos un orden.
¿Es posible
el orden sin el ordenador? Quizás haya una probabilidad entre dos trillones de
que las olas escriban en la arena “S.O.S.” por casualidad. ¿Quién se queda
tranquilo con una explicación semejante? Alguien dijo alguna vez que, aunque
sentáramos a un millón de monos con un millón de máquinas de escribir durante
un millón de años, estadísticamente sería imposible que ninguno de ellos
escribiera, por casualidad, El Quijote (P. CARREIRA S.J., Manuel. Hacia la
vida inteligente, en Tellemar, Ávila 1991, p. 410). Si El Quijote no puede
ser fruto de la casualidad, entonces, ¿cómo podemos explicar el orden del
universo basándonos en el azar? No hay más que mirar a nuestro alrededor y
comprobar la maravillosa complejidad de la naturaleza para comprender que todo
eso no ha podido venir a la existencia por puro azar. Cuanto más avanza la
Biología en el descubrimiento de los mecanismos que explican la organización,
el funcionamiento y la evolución de los seres vivos, más nos conduce a la
afirmación de que esos mecanismos son tan asombrosos y están tan bien
dispuestos que han tenido que ser pensados por Alguien.
3. ¿Qué nos dice el corazón sobre la
existencia de Dios?
Las pruebas de la existencia de Dios de
tipo filosófico son, ciertamente, muy interesantes, pero resultan bastante
laboriosas y demasiado frías. Es más fácil llegar a Dios con el corazón que con
la razón exclusivamente. De hecho, en la mayoría de los casos lo
que conduce a afirmar la existencia de Dios son reflexiones de tipo
existencial, intuitivo. La realidad misma de la vida cotidiana
nos hace experimentar muchas cosas que no entendemos: la muerte, el dolor, el
sufrimiento inocente de un ser querido, son experiencias que producen un
desgarro en nuestro corazón y reclaman algún tipo de explicación. También el
amor, la belleza, la alegría, el anhelo insaciable de felicidad… nos llevan a
sentir a Dios.
4. ¿Puede haber más de un Dios?
Si Dios
existe, tiene que ser único. La razón nos dice claramente que Dios es
infinitamente perfecto. Dios tiene todas las perfecciones en grado sumo e
ilimitado. Si no fuera así, podría recibir más perfecciones, pero entonces
dependería de aquel que se las diera, y por tal motivo no sería Dios. Por otro
lado, si hubiera varios dioses el uno no tendría las perfecciones de los otros,
y así ninguno sería Dios. En otras palabras, es imposible que existan dos dioses
infinitos, o varios a la vez con la pretensión de ser dioses.
Esta
afirmación tiene consecuencias muy serias. Si Dios es Dios, principio de todo,
el absoluto total, tenemos que aceptar y asumir que de Él lo recibimos
absolutamente todo, y que independientemente de Él no hay nada. Por todo ello
Dios no puede ser nunca, para el hombre, una realidad más, ni tan siquiera una
realidad superior a las demás realidades. Dios es el centro de la realidad, y,
por eso, sólo en Dios podemos encontrar la respuesta a todos los enigmas de la
condición humana. Dios es la respuesta a la pregunta sobre el fundamento y el
sentido último del hombre y del mundo, porque todo viene de Dios y es de Dios
5. ¿Qué sabemos los cristianos acerca de
Dios?
Los cristianos creemos en un solo Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este es el misterio central del cristianismo, el
misterio que ilumina y da sentido a todos los demás misterios. Por eso, lo
primero que tiene que hacer un cristiano es descubrir que tiene un Padre que le
ha creado y que le ama; un Hermano, Cristo, que ha dado su vida por él; y un
Amigo, el Espíritu Santo, que le vivifica y le proporciona la ayuda que
necesita para hacer las cosas bien.
6. ¿Por qué dicen los cristianos que Dios
es Amor?
Porque
sabemos que Dios no es un ser solitario, sino que es una Trinidad de personas.
Es algo difícil de entender pero, aunque no podamos llegar a descifrarlo por
completo, sí podemos comprender lo importante que es este Misterio. Alguno
puede pensar que el que Dios sea una Trinidad de Personas es algo irrelevante;
pero nadie piensa que la idea de que Dios es Amor sea irrelevante. Y sin
embargo, si Dios no fuese una Trinidad, Dios no sería Amor, porque se
necesita más de una persona para un amor que no sea un amor egoísta, un amor de
sí mismo. Si en Dios sólo hubiera una persona, sólo podría ser amor egoísta. En
el mejor de los casos, podría ser un amante de las personas humanas, pero no el
Amor en sí mismo. Y en ese caso, dependería de los seres humanos, puesto que
sin ellos no podría dejar de ser amor egoísta. Sólo la Trinidad permite a Dios
ser Amor en su misma esencia. El Padre ama al Hijo, no se ama a sí mismo; el
Hijo ama al Padre, no se ama a sí mismo; el Espíritu es el amor entre el Padre
y el Hijo, un Amor de tal categoría que es Persona.
Esta idea la
expresa con su habitual sagacidad G.K. Chesterton: “Pues bien, la pretendida
aridez del dogma es el único camino lógico de establecer ese hermoso
sentimiento. Porque si hay un ser sin principio, que existía antes de que
existieran las cosas, ¿qué pudo amar antes del principio, si no había nada que
pudiera ser amado? Si a través de toda aquella inconcebible eternidad, Él
estaba solo, ¿qué significa decir que Dios es amor? La única justificación de
tal misterio es la concepción mística de que en su propia naturaleza había algo
análogo a la propia expresión, algo que engendra y conserva lo que ha
engendrado. Sin esta idea, es completamente ilógico complicar la última esencia
del concepto deidad con una idea como amor” (CHESTERTON, G.K., El hombre
eterno, Porrúa, México 1998, p. 236).
7. ¿Qué nos aporta, en nuestra vida, saber
que Dios es Trinidad?
Con relación
a nuestra vida y a la historia, creer en Dios Amor significa tener la certeza
de que ninguno de nosotros es un número ante Dios, que uno por uno somos
conocidos y amados con amor infinito por el Padre, fuente de todo amor; por el
Hijo, que se hizo hombre por amor nuestro; en el Espíritu Santo, que hace
presente el amor de Dios en nuestros corazones. Esto es fundamental. Podemos
incluso afirmar que no se puede ser cristiano si no se experimenta de algún
modo el amor personal de Dios manifestado en Cristo.
Los
cristianos sabemos que le importamos a Dios personalmente, que no somos uno más
entre miles y miles de millones de seres humanos creados a voleo por un Dios
distraído y ausente. Dios se interesa por todos y cada uno de nosotros y nos
ama con un amor intenso, personal, apasionado. Y que nadie piense que estamos
exagerando el amor de Dios porque no es así. Dios nos ama, nos quiere muchísimo
más de lo que nos queremos a nosotros mismos. Esto debería hacernos reconocer
nuestra propia valía personal. La baja autoestima no es cristiana. Cuando
caigamos en la tentación de preguntarnos: ¿quién me quiere? ¿A quién le
importo? Debemos responder inmediatamente: ¡A Dios! Siempre estamos presentes
en su pensamiento, jamás se olvida de nosotros. Esta es la verdad, y conviene
no olvidarla nunca: Dios me ama. Su amor me abraza y me envuelve como los
brazos hambrientos de un enamorado. Y, si pierdo su amor, será únicamente
porque voluntariamente le rechazo, nunca porque Él deje de quererme (TRESE, Leo
J., Dios necesita de ti, Palabra, Madrid 1984, pp. 17-25).
8. Pero, aparte del Misterio de la
Trinidad, ¿hay alguna otra manera de comprobar que Dios es Amor?
Los cristianos no creemos en un Dios
juez, que mira desde lo alto de los cielos y castiga, ni en un Dios indiferente
a sus criaturas. Los cristianos creemos en un Dios que, por amor, se ha hecho
hombre, se ha hecho niño, y nos ha mostrado la ternura y debilidad del amor
infinito. Creemos en un Dios que, por amor, ha sufrido el dolor y la vergüenza
de la cruz. Creemos en un Dios que, por amor, ha enviado a su Hijo y a su
Espíritu para liberarnos de todas nuestras miserias y para guiarnos hacia la
felicidad infinita. Dios es Amor: nos ama con amor personal porque es Amor
Personal.
9. ¿Qué quiere decir que Dios es Padre?
Cuando los
cristianos llamamos a Dios “Padre” nos estamos refiriendo a tres cosas: en
primer lugar, en la Trinidad Dios es el Padre de su Hijo, su Verbo
eterno. Dios Padre engendra a su Hijo desde toda la eternidad; y el Hijo es
igual al Padre, de su misma Naturaleza, es la Imagen perfecta del Padre.
En segundo
lugar, Dios es nuestro Padre porque nos ha creado a su imagen. Dios ha
creado todas las cosas y ama todas las cosas que ha creado. Pero el hombre no
es una criatura más, sino que es la más perfecta, pues es imagen de Dios. En el
libro del Génesis se nos cuenta cómo Dios va creando todas las cosas: dice
“hágase”, y las cosas comienzan a existir. Sin embargo, a la hora de crear al
hombre, el autor del Génesis nos cuenta que Dios coge barro y moldea con sus
propias manos el cuerpo del hombre, para luego infundirle el alma con su
aliento. Obviamente, este relato no hay que tomarlo al pie de la letra, pero
podemos deducir de él que la creación del hombre es mucho más personal, más
íntima y amorosa que la del resto de las cosas. El hombre es la criatura
preferida de Dios.
En tercer
lugar, los cristianos somos hijos adoptivos de Dios por el Bautismo. El
Bautismo nos incorpora a Cristo y nos hace partícipes de su naturaleza divina.
El Bautismo nos hace criaturas nuevas y nos permite tener una relación con Dios
absolutamente distinta: ya no somos meras criaturas, ahora somos de su familia,
“somos de su linaje” (Hch 17,28), sus hijos adoptivos y, por tanto,
podemos heredar su vida y participar de su felicidad eterna.
10. Pero, ¿dónde podemos buscar a Dios?
En realidad,
nadie puede reprocharle a Dios que no puede ser conocido porque está demasiado
lejos de nosotros o porque no se ha molestado en ajustarse a nuestras medidas
humanas y a nuestra razón. Porque Dios ha salido a nuestro encuentro y nos ha
hablado, se ha mostrado a sí mismo: se ha revelado. Dios se ha acercado tanto a
nosotros que ha asumido nuestra propia naturaleza: se ha hecho hombre. Dios
se ha hecho hombre para que no andemos dando tumbos buscándole, para que
podamos conocerle sin error, para proponernos una relación de amistad. El
camino seguro hacia Dios es Jesucristo.
Jesucristo afirma
de sí mismo que es Dios. ¿Es un loco, o es verdad lo que dice? Jesucristo ha
tenido tal influencia en la historia, ha cambiado tantas cosas y tantas vidas,
su figura es tan grande, que no se puede pasar de largo ante Él. No se puede
ignorar a Cristo. Hay que tomarlo en cuenta. El gran reto que tienen los
ateos no es Dios, sino esa afirmación reiterada y garantizada por tantas
pruebas que ofrece el mismo Jesucristo. Y este desafío es aún mayor para los
agnósticos, pues ya no pueden refugiarse en la incapacidad de la razón humana
para plantear el tema de Dios: Dios se ha hecho hombre, y para llegar a Él sólo
tienen que estudiar la historia de Jesús e interpretar el hecho cristiano a la
luz de los datos científicos que poseemos”.
A pesar de
todo, para llegar a afirmar que Jesús de Nazaret es Dios no basta con estudiar
historia, sino que hace falta fe. Por lo tanto, la dificultad persiste. Pero lo
cierto es que Cristo es absolutamente original, es único e irrepetible, y no se
le puede ignorar.
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