La noche de antes de morir, Jesús reunió a los doce para celebrar la Pascua y les sorprendió con una noticia: uno de ellos le iba a entregar. «¿Soy yo, Señor?», fueron preguntándole algunos.
Antes del alba, Cristo iba a ser prendido y, según él mismo advirtió, Pedro le negaría tres veces antes de que cantase el gallo. La narración de las Escrituras no puede contrastarse con ninguna otra fuente de la época, pero sí puede apoyarse en los restos arqueológicos que han llegado hasta nuestros días.
En el caso de la Última Cena, se cree
conocer el lugar exacto donde esta tuvo lugar. Los Evangelios no desvelan a
quién pertenecía esta casa, pero a día de hoy se puede visitar en Jerusalén. Es
el llamado Cenáculo y allí es también donde se encontraban los apóstoles
cuando bajó el Espíritu Santo en Pentecostés. Epitafio de Salamina, un
obispo y escritor del siglo IV, cuenta que la iglesia que allí construyeron los
primeros cristianos siguió en pie después de que el emperador Tito arrasase
toda la ciudad en el año 70 y desde el primer Concilio de Constantinopla (año
381) es considerada como la madre de todas las iglesias. Una peregrina del
siglo IV, Egeria, autora del famoso Itinerarium Egeriae, afirma que en
este templo se encontraba la columna en la que fue flagelado Jesús.Interior del Cenáculo en Jerusalén
Getsemaní es la segunda parada de Jesús tras salir de la cena de Pascua. Al huerto o monte de los olivos le acompañaron Pedro, Juan y Santiago, a quienes pidió que oraran con él. No existen pruebas de que este episodio tuviera lugar, pero quizá el simple hecho de que el huerto exista todavía hoy puede ser una de ellas. Allí se encontró en el año 2020 un baño ritual, la primera evidencia arqueológica de algo que estaba en Getsemaní en los días de Jesús. En el monte de los olivos se alza hoy la basílica de las agonías, regida por la Custodia Franciscana en Tierra Santa, que fue construida sobre dos templos anteriores, una basílica bizantina del siglo IV y una capilla cruzada del XII. En su interior se venera la roca en la que Jesús oró la noche de su arresto y sobre la que llegó a sudar sangre, una rara condición médica llamada hematohidrosis que se puede experimentar ante un alto nivel de sufrimiento psicológico. Más tarde se han visto casos también en soldados que van a ir a la guerra o reos condenados a muerte.
Vista aérea del Monte de los Olivos en Jerusalén - Andrew Shiva
El arresto de
Jesús
En este mismo huerto, fue prendido Jesús. Según cuentan los Evangelios, Judas le dio un beso para identificarlo y que el ejército del Sanedrín pudiese arrestarlo. La arqueología no ha podido demostrar este episodio con restos materiales, pero en fuentes contemporáneas se habla de personajes que aparecen en las Escrituras como Caifás o Pilatos y también de procesos similares al que fue sometido Cristo. Acusado de lesa majestad por haberse proclamado hijo de Dios –expresión blasfema para los judíos e ilegítima para los romanos– el juicio de Jesús siguió el procedimiento llamando cognitio extra ordinem, que permitía extraordinariamente a la autoridad llevar a cabo un proceso sin jurado y dictar sentencia de forma independiente.
Tras ser arrestado, Cristo es llevado ante el Sanedrín, el consejo supremo de los judíos que trataba los asuntos de estado y de religión. El sumo sacerdote de este órgano era en este momento Caifás y gracias al historiador judío Flavio Josefo, ahora sabemos que sucedió a su suegro Anás (sumo sacerdote entre los años 6 y 15 d.C.) y que, tras él, fueron jefes del Sanedrín sus hijos. En el año 1990, un grupo de obreros estaban construyendo un camino en el Bosque de la Paz, en una cueva al sur de Jerusalén. Accidentalmente hallaron un grupo de tumbas entre las que se encontraba la de Caifás.
Osario de Caifás, actualmente en el Museo de Isarel de Jerusalén - Deror Avi |
Jesús fue conducido de una autoridad a otra, tal y como cuentan los Evangelios. De Anás (suegro del sumo sacerdote) a Caifás, y de estos fue llevado ante Herodes Antipas y Poncio Pilato. Este último fue prefecto de Judea aproximadamente durante una década bajo el Gobierno del emperador Tiberio. Antes de lavarse las manos, los Escrituras cuentan que lo mandó ante Herodes, porque era galileo y entraba en su jurisdicción. Lucas narra que Antipas al verlo se puso «contento», porque esperaba verle hacer algún milagro desde hacía algún tiempo. Herodes y sus soldados se burlaron de él y, tras interrogarlo, lo devolvieron ante el prefecto. Ambos personajes aparecen en otras fuentes además de en la Biblia, de nuevo, en Flavio Josefo, pero también en las obras de Dion Casio, Suetonio o Tácito en sus Anales.
Flagrum romano de bronce - Museo Británico
«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él», les dijo Pilato, dice Juan. A esto añade Mateo que el prefecto tomó agua y se lavó las manos afirmando: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!». En multitud de escritos de época se expone que a los romanos les gustaba crucificar como a los franceses del XVIII la guillotina. Esta práctica se había extendido por el imperio, aunque se cree que su origen se sitúa en el imperio persa. Hay crucifixiones documentadas hasta el año 337, unos años después de que Constantino emitiese el Edicto de Milán que permitió la libertad de religión en todo el imperio. Plauto, Dionisio de Halicarnaso o Séneca hablan también de esta tortura. Antes de ser clavado al madero, en algunas ocasiones el reo, como ocurrió con Cristo, era sometido al flagrum, un látigo con bolas de metal que arrancaban la piel. Horacio lo llamaba horrible flagellum.
La Vía Dolorosa
Otra práctica común era obligar al condenado a cargar con el patibulum. En su camino por la vía dolorosa, entra en escena Simón de Cirene, un misterioso personaje del que los Evangelios solo dicen que venía del campo y que es padre de Alejandro y Rufo. Ninguna otra fuente contemporánea habla del hombre que ayudo a Cristo a cargar con la cruz hasta el Gólgota, algo que pasa igual con Verónica. No obstante, hay una prueba de que esta mujer estaba allí aquel día aunque nada más se sepa de su vida, ni siquiera que este fuese su nombre real. Se cree que Verónica es como se la ha llamado posteriormente, por la combinación entre el término latino verum y el griego eikôn, que juntos significan «la verdadera imagen». Es por ello que el paño de lino con el que enjugó el rostro de Cristo de sudor y sangre antes de su segunda caída se conoce con el nombre de Santa Faz. Muchos lugares dicen custodiar el verdadero lino, como la catedral de Jaén, el monasterio de la Santa Faz en Alicante o el santuario de Volto Santo de Mannopello, en Italia, incluso también se afirma que está en la basílica de san Pedro del Vaticano, custodiando uno de los pilares que sujetan la cúpula y sobre una colosal escultura de santa Verónica. Esta multiplicidad de vera icon puede deberse, según se ha explicado, a que el paño estaba doblado y el rostro de Cristo se quedó grabado en todas las vueltas del lino, que posteriormente fueron recortadas y enviadas por el mundo desde el Vaticano.
Esquema de las estaciones del Viacrucis
Fuente: Clara González - Redactora de Religión y Familia en el Diario El Debate.
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