Del 19 al 26
de noviembre de 2019, el Papa Francisco ha visitado Tailandia y Japón.
En tono
rotundo, Francisco ha afirmado que «el uso de la energía atómica con fines de
guerra es hoy más que nunca un crimen; no solo contra el ser humano y su
dignidad, sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. Y
asimismo es inmoral la posesión de armas nucleares, como ya dije hace dos
años».
Francisco
condenó en Nagasaki el «clima de miedo» que crean las nueve potencias atómicas
y reiteró que la estabilidad internacional no puede fundarse «sobre el miedo
a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total».
Papa rinde homenaje víctimas ataque atómico de 1945, en Hiroshima |
Bajo una
lluvia fría, que daba un aire aún más triste al Parque del Hipocentro de la
Bomba Atómica —situado bajo la vertical de la detonación a 500 metros de altura
el 9 de agosto de 1945—, el Papa ha afirmado vigorosamente que «un mundo sin
armas nucleares es posible y necesario».
Su
discurso, pronunciado en español, tenía una fuerza especial en esta ciudad,
escenario de la muerte de 175.000 personas a consecuencia de la segunda de las
bombas atómicas lanzadas sobre Japón.
Sumadas a
las víctimas de la bomba lanzada tres días antes en Hiroshima, el primer
ataque nuclear de la historia causó la muerte a más de 400.000 personas, en su
abrumadora mayoría civiles. Un número que solo supera otro memorial del horror
de la historia humana: el campo de trabajo y exterminio de Auschwitz-Birkenau,
construido por los nazis en Polonia.
Ante
millares de japoneses protegidos de la lluvia con chubasqueros blancos, el Papa
dijo a los políticos del mundo entero que las armas nucleares «no nos defienden
de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo».
Aparte de
recordar «el impacto catastrófico de su uso desde el punto de vista humano y
ambiental», Francisco rechazó el empleo continuo de la amenaza, y el «clima de
miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por las doctrinas nucleares».
Aparte de
condenar claramente el actual sistema de amenaza continua, el Papa abordó otro
aspecto malvado del arsenal atómico: «el dinero que se gasta y las fortunas
que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de
armas cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo».
Después de
la ceremonia en el Hipocentro de la Bomba Atómica, el Papa recorrió tres
kilómetros en automóvil hasta la colina de Nishizaka, la «colina de los
mártires» donde recibieron la muerte miles de cristianos, a partir del martirio
de san Pablo Miki y 25 compañeros en 1597, durante una persecución que duró 260
años —la más larga de la historia— hasta el siglo XIX.
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