Tiene las
mismas dimensiones que el Templo de Salomón tal y como está descrito en el
Antiguo Testamento.
La fama de
la Capilla Sixtina se debe principalmente a su decoración al fresco, y
especialmente a la bóveda y El Juicio Final, obras de Miguel Ángel, quien no
aceptó con buenas ganas la responsabilidad porque se destacaba más como
escultor.
Para pintar
la bóveda Miguel Ángel construyó su propio andamio, una plataforma de tablas de
madera sujetas sobre soportes creados a partir de agujeros de las paredes, a la
altura de las ventanas. Al contrario de lo que se cree, no tenía que tumbarse
sobre el andamio para pintar, sino que pintaba de pie.
En 1990, el
doctor Frank Lynn Meshberger publicó en la Revista de la Asociación Médica
Norteamericana que las figuras y sombras representadas tras la figura de las
vestimentas de Dios y los ángeles aparecían como una acertada representación
del cerebro humano. Según ellos, esta sería la manera de Miguel Ángel de
simbolizar el traspaso de inteligencia al hombre por parte de Dios.
A la derecha
debajo de los pies de Cristo está San Bartolomé, que muestra en una mano el
instrumento con el cual fue despellejado vivo y con la otra mano, su piel, que
le fue arrancada. La piel despellejada es un autorretrato de Miguel Ángel. Una
de las interpretaciones existentes para este hecho es que quizá es un reflejo
del pesimismo de Miguel Ángel, ya mayor, en plena crisis de Fe. También se
baraja otra interpretación: como odiaba pintar no hay nada peor que pintar, ni
siquiera morir despellejado.
Cuando el
maestro de ceremonias del papa, Biagio da Cesena, dijo que era vergonzoso que
en un lugar tan santo se hubieran representado todas esas figuras desnudas, y
que era una decoración propia de un baño público o de una taberna, pero no de
una capilla papal, Miguel Ángel le representó en el fresco como Minos, el juez
del infierno. Se dice que cuando Cesena se quejó al Papa, el pontífice
respondió que su jurisdicción no incluía el infierno, por lo que el retrato se
mantendría.
Los
genitales del fresco fueron cubiertos más tarde por el artista Daniele da
Volterra, al que este trabajo le hizo ganarse el apodo de “Il Braghettone” (“El
Pintacalzones”). Fuente del texto: SM-PPC
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