Educar no es sólo una tarea de la escuela. En la familia se ponen los pilares de la persona, por eso los padres no pueden olvidar su responsabilidad a la hora de educar a sus hijos. En este artículo que se publicó en la revista Presencia, también en blogs.21rs.es, se dan unas orientaciones para enseñar a ser solidario.
Quienes, aun
percibiendo cerca nuestra los efectos de la crisis o incluso padeciéndolos
someramente, seguimos conservando las condiciones de vida acomodada que han
caracterizado a la clase media, tenemos muy difícil enseñar a nuestros hijos a
ser generosos y solidarios.
No es fácil
hacerles ver, cuando aún son pequeños, que una inmensa mayoría de la población
mundial padece la pobreza, que no disfruta de agua corriente, calor en sus
hogares en invierno o posibilidades de estudiar como tienen ellos. Y aunque no
muy lejos de nosotros hay personas padeciendo esas circunstancias, sin embargo
es complicado hacer a nuestros hijos partícipes de sus vidas, sus carencias y
penurias.
Así que,
¿cómo educarlos en la solidaridad? No es que yo tenga la receta, desde luego,
pero sí la intuición de que para hacerlos solidarios hacia fuera, primero hay
que hacerlos solidarios dentro. Que aprendan a ser
generosos con sus hermanos, sus amigos, desde bien pequeños, y no se comporten, con nuestra aquiescencia, en pequeños tiranos caprichosos y egoístas. Que les enseñemos a ponerse en el lugar del otro. Porque sin empatía es imposible la solidaridad.
generosos con sus hermanos, sus amigos, desde bien pequeños, y no se comporten, con nuestra aquiescencia, en pequeños tiranos caprichosos y egoístas. Que les enseñemos a ponerse en el lugar del otro. Porque sin empatía es imposible la solidaridad.
Después
tocará generar esa empatía más allá de las fronteras fortificadas de nuestro
hogar. Recordarles que todos somos iguales. Que no por ser quienes son merecen
más que otros. Que el dolor de ese niño que no tiene qué comer debe herirnos el
alma. Y que no vale sólo con conmovernos ante la desgracia ajena. Debemos
ponerle remedio. Es nuestra obligación sentirnos corresponsables del presente y
el futuro de nuestros congéneres. Y es importante que sepan que sirve el
granito de arena que uno pueda aportar a la construcción de un mundo más justo
donde todos podamos vivir con dignidad y en paz. Por eso hay que ser generosos
y solidarios. Y se puede empezar desde ya: implicándoles en la entrega de
comida, ropa o material escolar. Contándoles por qué somos socios de esta u
otra ONG o qué sentido tiene reciclar.
Pero también
ellos pueden ser protagonistas de sus propios gestos de solidaridad, por
ejemplo, tratando adecuadamente los libros, juguetes, o la ropa que usan, para
que otros después los puedan usar. No les hagamos esclavos del consumismo, el
derroche o el capricho desmedido. Que la felicidad solo puede estar del lado de
la solidaridad. Dentro y fuera de nuestro hogar.
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