martes, 2 de abril de 2013

Enseñar a ser solidario


Educar no es sólo una tarea de la escuela. En la familia  se ponen los pilares de la persona, por eso los padres no pueden olvidar su responsabilidad a la hora de educar a sus hijos. En este artículo que se publicó en la revista Presencia, también en blogs.21rs.es, se dan unas orientaciones para enseñar a ser solidario.

Quienes, aun percibiendo cerca nuestra los efectos de la crisis o incluso padeciéndolos someramente, seguimos conservando las condiciones de vida acomodada que han caracterizado a la clase media, tenemos muy difícil enseñar a nuestros hijos a ser  generosos y solidarios.

No es fácil hacerles ver, cuando aún son pequeños, que una inmensa mayoría de la población mundial padece la pobreza, que no disfruta de agua corriente, calor en sus hogares en invierno o posibilidades de estudiar como tienen ellos. Y aunque no muy lejos de nosotros hay personas padeciendo esas circunstancias, sin embargo es complicado hacer a nuestros hijos partícipes de sus vidas, sus carencias y penurias.

Así que, ¿cómo educarlos en la solidaridad? No es que yo tenga la receta, desde luego, pero sí la intuición de que para hacerlos solidarios hacia fuera, primero hay que hacerlos solidarios dentro. Que aprendan a ser
generosos con sus hermanos, sus amigos, desde bien pequeños, y no se comporten, con nuestra aquiescencia, en pequeños tiranos caprichosos y egoístas. Que les enseñemos a ponerse en el lugar del otro. Porque sin empatía es imposible la solidaridad.

Después tocará generar esa empatía más allá de las fronteras fortificadas de nuestro hogar. Recordarles que todos somos iguales. Que no por ser quienes son merecen más que otros. Que el dolor de ese niño que no tiene qué comer debe herirnos el alma. Y que no vale sólo con conmovernos ante la desgracia ajena. Debemos ponerle remedio. Es nuestra obligación sentirnos corresponsables del presente y el futuro de nuestros congéneres. Y es importante que sepan que sirve el granito de arena que uno pueda aportar a la construcción de un mundo más justo donde todos podamos vivir con dignidad y en paz. Por eso hay que ser generosos y solidarios. Y se puede empezar desde ya: implicándoles en la entrega de comida, ropa o material escolar. Contándoles por qué somos socios de esta u otra ONG o qué sentido tiene reciclar.

Pero también ellos pueden ser protagonistas de sus propios gestos de solidaridad, por ejemplo, tratando adecuadamente los libros, juguetes, o la ropa que usan, para que otros después los puedan usar. No les hagamos esclavos del consumismo, el derroche o el capricho desmedido. Que la felicidad solo puede estar del lado de la solidaridad. Dentro y fuera de nuestro hogar.


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