miércoles, 25 de diciembre de 2019

Poema para enseñar a poner el Belén a un hijo


   Cuando yo era pequeño, igual que tú, hijo mío,
soñaba ya en noviembre con poner el belén;
hoy, que ya apenas sueño, que siento más el frío,
sueño con que tú sueñes, hijo mío, también.
Ayúdame, prepara la fuente, los molinos,
las figuras de barro que amasé con desvelo,
el serrín que nos sirve para soñar caminos,
la tela azul celeste que ha de servir de cielo.
Vete tensando platas, preparando acericos,
estrellas de juguete y nubes de algodón,
y mientras tanto canta, si quieres, villancicos
para acunar al Niño sobre tu corazón.
Alcánzame ese espejo para inventar un lago,
esas casas de corcho y aquellas de madera;
entérate, hijo mío, de todo lo que hago
para que lo recuerdes el día en que me muera.
Coloca a los pastores detrás de sus rebaños,
el castillo, el palacio, la cueva, el palmeral;
que yo cuando tenía solamente tus años
ya colocaba el musgo, feliz como un pardal.
Vete trazando el prado, el cauce para el río,
pon la plata del agua bajo la paz del puente...
¿Ves cómo va creciendo el belén, hijo mío?
¡Y eso que aún nos faltan los tres Reyes de Oriente!

Sí, ponlos ya... Y ahora que ya el belén simula
un mundo en miniatura, coloquemos los dos
a José y a María, y entre el buey y la mula,
hijo mío, tú solo, pon al Hijo de Dios.
Mira el belén ahora... Parece como un sueño
copiándose en tus ojos de cálida ternura.
Igual que tú, hijo mío, cuando era yo pequeño
me quedaba asombrado ante tanta hermosura.
Ya es Navidad, ya el aire es frío, ya es más breve

la luz de cada día, ya el Niño va a nacer.
Espolvorea harina como si fuera nieve,
que ya pronto la nieve empezará a caer.
Dime si has visto nunca un pueblo más sencillo,
un río más esbelto, un sendero más llano,
una estrella más grande, más inmensa en su brillo,
¡si parece que puede cogerse con la mano!
Ya está la Nochebuena rondando el Nacimiento.
¡Cuántas noches como esta, como tú, sonreí!

No sé por qué, hijo mío, esta noche presiento
que está el Hijo del Hombre naciendo para ti.
Reprime tu impaciencia... Ya van a dar las doce
en el reloj del mundo... Una vez más la Vida
nacerá en una cuna... Es Dios... ¡Se le conoce
porque cuando nos ama jamás se nos olvida!
¡Silencio! Han empezado a cantar los pastores.
¿Los oyes, hijo mío? ¿O es, quizá, mi emoción?
Es como si cantaran villancicos las flores.
Escucha... ¡Pon tu oído sobre mi corazón!
Contempla el Nacimiento, hijo mío, disfruta
de su encanto amoroso, de su amor navideño.
Es igual que tu vida, hijo, tan diminuta
que parece que fuese arrancada de un sueño.
Mira: un asno, un camello, un labrador, un carro,
pastores de Betania, mozas de Jericó,
criaturas de arcilla y figuras de barro,

sí, de barro, hijo mío, como tú y como yo.
Que nuestra vida es eso: Un belén. Criaturas
amasadas en barro por Dios con tal cariño
que para redimirnos de tantas desventuras
bajó al belén del mundo y se nos hizo Niño.
Ese Niño, hijo mío, que has puesto con tus manos
junto al buey y la mula, naciendo en un portal.
Ese Niño que quiso que fuésemos hermanos
y nos hizo figuras de un Belén inmortal.
Grita la buena nueva, llama a grandes y a chicos,
háblales, hijo mío, de nuestro Nacimiento.
Vamos con los pastores a cantar villancicos,
que ya huele a turrones y a mazapán el viento.
Que cuando era pequeño, igual que tú, hijo mío,
soñaba todo el año con poner el belén,
y hoy, que ya apenas sueño porque siento más frío,
sueño con que tú sueñes, hijo mío, también.
 

 JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ NIETO
(Palencia, 1920)

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