CARTA ESPECIAL A LOS REYES MAGOS
Javier Leoz
Todos los años, cuando
llegan estas fechas, mi pensamiento se vuelve hacia vosotros. Y, junto con el
pensamiento, mi corazón va dictando una serie de deseos que, con vuestra ayuda,
quisiera los llevaseis a feliz realidad.
Dejad en el mundo UNA ESCOBA. Para barrer todo lo que
suene a violencia y terrorismo. Que no quede ni un solo rincón en las personas
con resquicio de rencor o de odio.
Traed, y
abundantemente JABON. Para limpiar
nuestras personas de aquello que, la sociedad, va imponiendo como normal y
lógico.
Echad, en los ojos
de todos los hombres y mujeres, COLIRIUM.
Para que, los unos a los otros, lejos de vernos como adversarios, sepamos
contemplarnos y respetarnos como hermanos.
Esconded, debajo de
las almohadas de los que os esperan, SUEÑOS.
Nunca, como hoy, tenemos abundancia de bienes para vivir y, nunca como hoy,
hemos perdido los ideales por los que luchar.
En un rincón del corazón de las personas, derramad toneladas de AZÚCAR. Las prisas, los agobios, los
trabajos, el afán de superación, nos está convirtiendo en autómatas.
Escasamente nos miramos a los ojos. ¡Necesitamos un poco de dulzura!
Si, en vuestros almacenes existen, solicitamos que nos
proporcionéis unas LIMAS. Cada día
que pasa, y por diversas circunstancias, los tropiezos, las dificultades, los
roces, hacen que nos distanciemos y que se acrecienten las diferencias. ¡Necesitamos
suavizar las discrepancias!
Traednos unas grandes TIJERAS.
Para cortar todo aquello que no es positivo en nosotros. Para confeccionar un
traje con la etiqueta del amor, con los botones de la esperanza y de la
caridad. ¡Ayudadnos a vestir con el traje de la Fe!
Que vuestros pajes, aunque tal vez piensen que no ocupa nada, que
nos transporten un poco de ALEGRIA.
Es un bien muy escaso. Es tan invisible que, en el mundo donde vivimos, no lo
percibimos. ¡La necesitamos para volver a sonreir!
Todos los años, os dejamos en el balcón o en la ventana, nuestro
calzado. En el presente año dejadnos unos ZAPATOS
CELESTIALES. De tal manera que, al colocarlos en nuestros pies, caminemos
por las sendas de la verdad, de la justicia y del perdón. ¿Tendréis mi número?
Si además añaden un ABRELATAS
para abrir nuestro corazón a Dios y un IMPERMEABLE
para protegernos de las tormentas que descargan contra nuestras convicciones
religiosas, os quedaré –como si fuera un niño- altamente agradecido.
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