El rito de la crucifixión permanece inherente en el imaginario colectivo y lacruz es el símbolo por antonomasia del cristianismo. La imagen de Jesús de Nazaret cargando con ella hasta el Monte Calvario, a las afueras de Jerusalén, y su agonía entre los dos ladrones que recibieron igual pena, tal y como cuenta el Evangelio según San Lucas (23:33-43), ha sido asumida por todos como representación más que fidedigna. Sin embargo, los arqueólogos no han sido capaces de proporcionar
pruebas irrevocables que demuestren que la crucifixión se practicara tal y como la Biblia detalla que Jesucristo la padeció, esto es, clavado a la cruz por las muñecas y los talones.
El artículo de investigación «Un estudio multidisciplinario del trauma calcáneo en la Italia romana: ¿un posible caso de crucifixión?», publicado en línea el pasado 12 de abril en Archaeological and Anthropological Sciences, parece aportar un poco de luz al enigma. Para ello, se basa en el esqueleto, que data de hace 2000 años, de un entierro romano descubierto en Gavello, al sudoeste de Venecia, durante unas excavaciones arqueológicas en 2007.
El estudio
desarrollado por las universidades de Ferrara y Florencia atestigua que el
cadáver muestra signos de haber sido clavado en una cruz antes de exhalar su
último aliento. Emanuela Gualdi, antropóloga médica de la Universidad de
Ferrara, afirma a «Live Science» que los restos hallados presentan una fractura
no cicatrizada que atraviesa todo el calcáneo derecho, uno de los huesos
del talón, y que sugiere el empleo de un clavo metálico que se incrustase en la
madera.
No obstante, las víctimas de las crucifixiones de
la era romana resultan complicadas de identificar. Ursula Thun Hohenstein,
del departamento de Estudios Humanos de la Universidad de Ferrara, en
declaraciones recogidas por el «Daily Star» confirma que dicho obstáculo es
debido a la dificultad de conservar los huesos dañados, los cuales son
propensos a fracturarse con una mayor facilidad. Por tanto, se incrementa el
nivel de complejidad a la hora de realizar una interpretación científica de las
lesiones.
Hallazgos no definitorios
La pérdida
del otro hueso del talón, así como la ausencia de señales en las muñecas que
demuestren que también fuese anclado a la cruz por las extremedidades
superiores, continúan sin dar cuenta definitoria acerca del modo en que las Santas
Escrituras describen la muerte de Jesús; incluso el clavado podría
no haberse hecho directamente sobre la madera de la cruz sino en un reposapiés
de madera sujeto a la misma.
El
particular traumatismo encontrado en el pie derecho de la osamenta lleva a la
investigación a proponer la crucifixión como una posible causa de la misma,
pero esta deducción se complica por la pobre preservación de las superficies
óseas y el daño y los agujeros en otras partes del esqueleto.
El que es
uno de los métodos de tortura y ejecución más crueles de la antigua Roma tiene
un origen anterior. Si bien Alejandro Magno heredó tal práctica de los persas,
quienes la emplearon sistemáticamente en el siglo VI a.C., se cree que fueron
los fenicios los que la introdujeron en la capital del imperio itálico tres
siglos después.
Primera prueba antropológica de la crucifixión- CC |
Otros
académicos postulan que fueron los cartagineses los referentes que inspiraron a
los romanos en este modo de ajusticiamiento, creencia compartida con Gualdi y
el resto de investigadores, quienes consideran que los romanos la usaron
durante casi un milenio hasta que el emperador Constantino la prohibió en el siglo IV d.C.
Así las
cosas, aunque el suplicio de Jesucristo representa la crucifixión más famosa
en la historia de la humanidad, las referencias al empleo del castigo de la
cruz en la Antigüedad se contabilizan en una cifra cuantiosa. Sin
embargo, el registro arqueológico se encuentra casi inédito y, precisamente por
esto, es tan relevante la revelación del estudio de las universidades
italianas, pues únicamente existe una evidencia material anterior: un clavo
de 19 cm encontrado en el cuerpo de un hombre judío descubierto en una
tumba en Jerusalén en 1968.
Humillante y cruel forma de morir
Esta pena
capital fue perfeccionada durante el imperio romano y los ciudadanos de
Roma gozaban del privilegio de quedar exentos; solamente se aplicaba a
esclavos, prisioneros de guerra o criminales sanguinarios, exceptuando
casos de traición. Y es que las crucifixiones estaban pensadas para causar el
máximo dolor prolongado el máximo de tiempo posible. La forma de anclar al reo,
quien podía ser clavado o atado a la cruz, lo mantenía erguido y padeciendo una
muerte lenta y dolorosa -calambres, asfixia, pérdida de sangre a raíz de la
flagelación anterior- antes de fenecer, a lo que se añade el pudor de la
víctima, crucificada desnuda a la vista de todos.
Una vez finalizada tal espectacularización del
sufrimiento y la muerte, los verdugos acostumbraban a dejar los cuerpos
exhaustos en la cruz para pudrirse o ser comidos por los animales, aunque en
algunos casos eran descendidos y enterrados, irrisoria suerte que corrió el
hombre encontrado en Gavello. En cualquier caso, los responsables de la
investigación concluyen que lo marginado del entierro, falto de bienes
funerarios propios de las ceremonias fúnebres romanas, indica que probablemente
se trate de un indiviudo tachado como peligroso o difamado por la sociedad
del momento, de lo que se hace eco «Live Science». Fuente: Pablo F. de Mora en ABC.es
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