sábado, 9 de junio de 2018

Desvelada la forma más probable en la que fue crucificado Jesús

La fractura en el calcáneo derecho de un esqueleto hallado en 2007 aporta pruebas fehacientes de la crucifixión en la antigua Roma, según un estudio antropológico desarrollado por las universidades de Ferrara y Florencia.




El rito de la crucifixión permanece inherente en el imaginario colectivo y lacruz es el símbolo por antonomasia del cristianismo. La imagen de Jesús de Nazaret cargando con ella hasta el Monte Calvario, a las afueras de Jerusalén, y su agonía entre los dos ladrones que recibieron igual pena, tal y como cuenta el Evangelio según San Lucas (23:33-43), ha sido asumida por todos como representación más que fidedigna. Sin embargo, los arqueólogos no han sido capaces de proporcionar
pruebas irrevocables que demuestren que la crucifixión se practicara tal y como la Biblia detalla que Jesucristo la padeció, esto es, clavado a la cruz por las muñecas y los talones.
El artículo de investigación «Un estudio multidisciplinario del trauma calcáneo en la Italia romana: ¿un posible caso de crucifixión?», publicado en línea el pasado 12 de abril en Archaeological and Anthropological Sciences, parece aportar un poco de luz al enigma. Para ello, se basa en el esqueleto, que data de hace 2000 años, de un entierro romano descubierto en Gavello, al sudoeste de Venecia, durante unas excavaciones arqueológicas en 2007.
El estudio desarrollado por las universidades de Ferrara y Florencia atestigua que el cadáver muestra signos de haber sido clavado en una cruz antes de exhalar su último aliento. Emanuela Gualdi, antropóloga médica de la Universidad de Ferrara, afirma a «Live Science» que los restos hallados presentan una fractura no cicatrizada que atraviesa todo el calcáneo derecho, uno de los huesos del talón, y que sugiere el empleo de un clavo metálico que se incrustase en la madera.
No obstante, las víctimas de las crucifixiones de la era romana resultan complicadas de identificar. Ursula Thun Hohenstein, del departamento de Estudios Humanos de la Universidad de Ferrara, en declaraciones recogidas por el «Daily Star» confirma que dicho obstáculo es debido a la dificultad de conservar los huesos dañados, los cuales son propensos a fracturarse con una mayor facilidad. Por tanto, se incrementa el nivel de complejidad a la hora de realizar una interpretación científica de las lesiones. 

Hallazgos no definitorios
La pérdida del otro hueso del talón, así como la ausencia de señales en las muñecas que demuestren que también fuese anclado a la cruz por las extremedidades superiores, continúan sin dar cuenta definitoria acerca del modo en que las Santas Escrituras describen la muerte de Jesús; incluso el clavado podría no haberse hecho directamente sobre la madera de la cruz sino en un reposapiés de madera sujeto a la misma.
El particular traumatismo encontrado en el pie derecho de la osamenta lleva a la investigación a proponer la crucifixión como una posible causa de la misma, pero esta deducción se complica por la pobre preservación de las superficies óseas y el daño y los agujeros en otras partes del esqueleto.
El que es uno de los métodos de tortura y ejecución más crueles de la antigua Roma tiene un origen anterior. Si bien Alejandro Magno heredó tal práctica de los persas, quienes la emplearon sistemáticamente en el siglo VI a.C., se cree que fueron los fenicios los que la introdujeron en la capital del imperio itálico tres siglos después. 
Primera prueba antropológica de la crucifixión- CC


Otros académicos postulan que fueron los cartagineses los referentes que inspiraron a los romanos en este modo de ajusticiamiento, creencia compartida con Gualdi y el resto de investigadores, quienes consideran que los romanos la usaron durante casi un milenio hasta que el emperador Constantino la prohibió en el siglo IV d.C.
Así las cosas, aunque el suplicio de Jesucristo representa la crucifixión más famosa en la historia de la humanidad, las referencias al empleo del castigo de la cruz en la Antigüedad se contabilizan en una cifra cuantiosa. Sin embargo, el registro arqueológico se encuentra casi inédito y, precisamente por esto, es tan relevante la revelación del estudio de las universidades italianas, pues únicamente existe una evidencia material anterior: un clavo de 19 cm encontrado en el cuerpo de un hombre judío descubierto en una tumba en Jerusalén en 1968.
Humillante y cruel forma de morir
Esta pena capital fue perfeccionada durante el imperio romano y los ciudadanos de Roma gozaban del privilegio de quedar exentos; solamente se aplicaba a esclavos, prisioneros de guerra o criminales sanguinarios, exceptuando casos de traición. Y es que las crucifixiones estaban pensadas para causar el máximo dolor prolongado el máximo de tiempo posible. La forma de anclar al reo, quien podía ser clavado o atado a la cruz, lo mantenía erguido y padeciendo una muerte lenta y dolorosa -calambres, asfixia, pérdida de sangre a raíz de la flagelación anterior- antes de fenecer, a lo que se añade el pudor de la víctima, crucificada desnuda a la vista de todos.
Una vez finalizada tal espectacularización del sufrimiento y la muerte, los verdugos acostumbraban a dejar los cuerpos exhaustos en la cruz para pudrirse o ser comidos por los animales, aunque en algunos casos eran descendidos y enterrados, irrisoria suerte que corrió el hombre encontrado en Gavello. En cualquier caso, los responsables de la investigación concluyen que lo marginado del entierro, falto de bienes funerarios propios de las ceremonias fúnebres romanas, indica que probablemente se trate de un indiviudo tachado como peligroso o difamado por la sociedad del momento, de lo que se hace eco «Live Science». Fuente: Pablo F. de Mora en ABC.es

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