Podemos hacer un breve recordatorio de algunas de las mujeres destacadas de la Biblia, siguiendo el orden cronológico y haciendo una obligada selección entre las muchas que están presentes en la Biblia.
Mujeres todas ellas de origen humilde pero que llegaron a ser extraordinarias porque fueron perfeccionadas por la acción y voluntad de Dios. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es también el Dios de Sara, Rebeca y Raquel.
El lector puede comprender que me resista a guardar el orden cronológico para recordar en primer lugar a María, la Madre de Dios. María, hija de Joaquín y Ana, esposa de José, Esposa de Dios, Madre de Jesús, Madre de Dios, es junto con Jesucristo, figura central de la historia bíblica y de la humanidad.
María, la mujer excelsa que ha vivido con plenitud la maternidad y la virginidad y que se relaciona íntimamente con Dios Trino.
La única mujer que ha merecido una ciencia e investigación específica llamada ¨mariología¨, con miles de libros dedicados a conocerla, y la mujer con más seguidores, devotos y admiradores de la humanidad.
María, bendita entre todas las mujeres.
Vamos primero al Antiguo Testamento
1. Eva, madre de todos los vivientes. ¨Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes¨. Gen 3.20.
Eva fue el punto y final de la creación de Dios. Su presencia señalaba la conclusión de toda la creación. Fue la encarnación viviente de la gloria de la humanidad (1 Corintios 11.7).
En su estado original, incontaminada por ningún mal, libre de cualquier enfermedad o defecto, preservada de toda imperfección, Eva era el arquetipo perfecto de excelencia femenina. Era magnífica en todo sentido
2. Sara, fue la esposa de Abraham y madre de Isaac. Según el libro de Génesis su nombre original era Sarai pero Dios lo cambió a "Sara" antes de concederle el milagro de tener un hijo a la edad de 90 años. Sara era un nombre para mujeres distinguidas y Sarai significa princesa.
Ruth |
Sara, siendo anciana y estéril y deseando que se cumpliese la voluntad de
Dios respecto a la descendencia de Abraham, le incitó a tener un hijo con su
esclava Agar pero más tarde, después del nacimiento milagroso de su propio hijo
Isaac, expulsó a la mujer y a su hijo Ismael.
Sara es la única mujer en la Biblia a la que Dios habla directamente.
Abraham admiraba su don de profecía y su inteligencia, escuchando todos sus
consejos.
3. Ruth. El Libro de Ruth narra la historia de
Elimelec, un hombre de Belén de Judá quien emigró con su familia al país de
Moab. Su esposa era Noemí y sus hijos Quilión y Majlón. Al morir Elimelec sus dos
hijos se casaron con Orfá y con Rut respectivamente, ambas de Moab.
Años más tarde murieron Quilión y Majlón, y Noemí decidió regresar a Belén
de Judá acompañada por sus dos nueras. Pero Rut decidió quedarse con Noemí, por
lealtad hacia ella, a pesar de que ésta pidió a ambas que regresaran con
sus familias a Moab.
Debido a la pobreza en que vivían Noemí y Rut en Belén, ésta se puso a
trabajar en el campo de Booz recogiendo los granos sobrantes de la cosecha.
Booz era uno de los goeles (descendientes de un antepasado común,
quienes se hacían responsables de la familia, si ésta no tenía descendencia) de
la familia de Elimelec y, como otro goel no estuvo dispuesto a casarse
con Rut ni a hacerse responsable de la pésima situación en que se encontraban
Noemí y Rut, ese deber lo aceptó Booz, quien ya se había sentido atraído por la
moabita. De ese matrimonio nació un hijo, Obed, quien más tarde fue el abuelo del rey David.
Así Rut ingresa por sus propios méritos y virtudes en la religión judía, a
pesar de su ascendencia moabita y de adorar a un diferente dios.
4. Ana. Penina siempre molestaba a Ana y la hacía
sentir mal porque el Señor no le permitía tener hijos.
Un día, después de comer, Ana se levantó calladamente y se fue a orar al
santuario. El sacerdote Elí estaba allí. Ana estaba muy triste y lloraba mucho
mientras oraba al Señor Le hizo una promesa a Dios: «Señor, Todopoderoso,
mira lo triste que estoy. ¡Acuérdate de mí! No me olvides. Si me concedes un
hijo, te lo entregaré a ti. Será un nazareo: no beberá vino ni bebidas
embriagantes, y nunca se cortará el cabello».
Elcaná tuvo relaciones sexuales con su esposa Ana, y el Señor se acordó de
Ana. Ella concibió y para esas fechas al año siguiente, dio a luz un hijo. Ana
le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Su nombre es Samuel porque se lo pedí al
Señor». Ese año Elcaná fue a Siló con su familia para ofrecer sacrificios
y cumplir las promesas que le había hecho al Señor. Pero Ana no lo
acompañó, sino que le dijo:
—No iré a Siló hasta que el niño tenga la edad suficiente para comer
alimento sólido. Entonces se lo entregaré al Señor, será un nazareo y se
quedará en Siló.
Luego Ana entregó el niño al sacerdote Elí, y le dijo:
—Perdón, señor, yo soy la misma mujer que usted vio orar al Señor. Le
aseguro que lo que digo es cierto. Oré por este hijo, y el Señor contestó
mi oración, dándomelo. Ahora se lo entrego al Señor, y él le servirá toda su
vida. Entonces Ana dejó ahí al niño y adoró al Señor.
Y, en el Nuevo Testamento
5. La profetisa Ana. Lucas, en su Evangelio, cita y recoge el
testimonio de los pocos testigos que consiguieron ver al Mesías en el infante
recién nacido: sus padres, María y José, los ángeles, los pastores, los magos,
Simeón y Ana, de la que dice Lc. 2,36-38: ¨Estaba también allí, Ana,
profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, había
vivido con su marido siete años desde su virginidad y era viuda hacía ochenta y
cuatro años. Y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con
ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén¨
6. María Magdalena, de la que el Señor expulsó siete demonios
y luego, atraída por la misericordia de Jesucristo, se convirtió en una de las
mujeres valientes que asistían a Jesús. La primera persona a la que Cristo
habló después de su resurrección. Conforme Cristo anunció, allá donde se
predica el Evangelio se habla de esta mujer que, con un gran corazón, supo
hacer una conversión radical de su vida.
7. La Mujer samaritana, cuyo nombre no conocemos, aunque era
muy conocida en su ciudad y, después de su mala vida pasada, se convirtió en
evangelizadora al conocer ¨las fuentes de agua viva¨ que Cristo le descubre.
8. Las hermanas Marta y María, de la familia de Lázaro en
Betania, donde Cristo encontraba un hogar de amigos en los que podía confiar y
un lugar donde encontrar reposo. Cristo las puso de modelo de cómo se hace
compatible el trabajo y la oración.
9. Lidia: con un corazón hospitalario facilitó la entrada del
cristianismo en la Europa de entonces, al acoger y proteger en su hogar a los
discípulos que necesitaban donde refugiarse. En Hechos 16,13 se narra su
conversión. Lidia era vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira. Se
convirtió y albergó a Pablo en su hogar en ese día y posteriormente cuando
Pablo salió de la cárcel. Lc 16,40
De la misma manera que la Biblia enaltece y exalta a las mujeres, hoy nos
unimos en aplauso de admiración hacia todas ellas. Por eso, donde quiera que se
difunda el Evangelio, la consideración legal, social y espiritual de la mujer
se eleva.
Fuente: Javier Ordovás, vía Aleteia.org -- Ver MÁS (A.T.) y N.T.
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