Ella misma dice que muchos no entenderán esta decisión y es que en esta sociedad secularizada puede parecer sorprendente e inexplicable, sobre todo para los jóvenes. Pero este testimonio nos comunica que Dios habla a cada uno en particular y que tiene un proyecto para cada uno de nosotros al que hemos de responder. Esa respuesta a la llamada concreta es la vocación. Es este caso a la Vida Religiosa. Nos acercamos al testimonio de Carolina para comprenderlo mejor.
Monja tras las rejas de la clausura |
Carolina es de Pamplona, tiene 21 años, acaba de terminar la
carrera de Derecho en la Universidad de Navarra y en septiembre iba a comenzar
su tesis en el ámbito del Derecho Penal. Pero ya no lo va a hacer. Algo “mucho
más importante” que
todo lo anterior, algo que no entiende de procedencias, edades o titulaciones,
ha hecho que su vida esté a punto de cambiar radicalmente para siempre.
En agosto, Carolina Martínez Soto ingresó en el monasterio de
clausura que las Carmelitas Descalzas tienen en Zarautz. Lo ha hecho, dice, “tranquila, sin dudas e
ilusionada. Cuando tomo una decisión, la tomo”,
se reafirma
esta hija de trabajadores de la Universidad de Navarra (su padre ya jubilado),
la cuarta de cinco hermanos. Es consciente de que deja atrás muchas cosas “lo
de afuera es temporal, no me puedo aferrar a nada de eso”,
reflexiona.
Pasará seis meses como postulante, otro año como novicia, tras
el que llegan votos temporales. Después de tres años, los votos definitivos. “No conozco exactamente
la rutina que llevan las monjas, pero ya me han dicho que no voy a tener tiempo
para aburrirme”, asegura.
Llegar hasta el grado de
certeza que tiene hoy le ha costado todo un proceso de maduración, “Empecé a pensarlo
durante la carrera. Era una cosa que estaba ahí hasta 4° curso, en que la idea
ya no se me iba de la cabeza”, reconoce.
Una experiencia le marco especialmente, “Siempre
me ha gustado el voluntariado y un verano estuve en Kenia, estando allí hicimos
una visita a las Misioneras de la Caridad, y me quedé impresionada. No me había
dado cuenta hasta entonces de qué es la entrega total a los demás”,
relata
Ella, sin embargo, elige la clausura, una vida de retiro, “una
labor cuyos frutos se ven menos. Para
mí, lo mejor es ayudar a todo el mundo desde dentro, con la oración que es la
base de todo. Prefiero rezar por todos que ayudar a unas personas concretas en
un sitio concreto”, argumenta.
Con la decisión aún en vilo, habló con un sacerdote “Me
dijo que no esperara que se me apareciera nadie, que no funciona así. Se trata
de ir dando pasos en esa dirección”, sonríe.
En seguida tuvo claro que
sería Carmelita Descalza “Varías circunstancias me llevaron a
conocer mejor a Santa Teresa de Jesús, y descarte cualquier otra opción. La
ubicación geográfica me daba igual”. La providencia de Dios
quiso que otra compañera de promoción, también hubiese tomado la determinación
de hacerse monja de clausura. También Carmelita Descalza. Con ella visitó por
primera vez, en mayo, el monasterio de Zarautz “No puedes entrar hasta
dentro, te comunicas a través de una reja, pero me encontré muy cómoda, muy a
gusto”. Desde
entonces, acude casi todos los fines de semana.
Antes, había pasado por el trago amargo de comunicar al que iba
a ser su director de la tesis, la decisión que estaba a punto de tomar “Lo
comprendió y salí del despacho muy tranquila. Lo tomé como otro paso más en la
dirección acertada”
Es consciente de que muchos no entenderán su opción de vida
“Sólo alguien con mi misma vocación puede entenderme del todo”.
Intenta explicar con palabras sencillas lo que para muchos resulta muy
complicado de asumir “Nadie
vive solo para sí mismo y quien lo haga, será siempre infeliz. Lo que entregas
a los demás te hace feliz. Imagínate si se trata de tu vida entera”
Su entorno ha tomado bien la noticia “Lógicamente,
a mi madre le da pena que me marche, pero he tenido mucha suerte con cómo se lo
han tomado”. Sus amigos la ven muy feliz, y con eso se quedan.
Ni alejarse de su familia, ni renunciar a formar la suya propia,
ni despegarse de las cosas materiales, ni no ejercer nunca su profesión. La única duda que tuvo fue si “era
de verdad lo que Dios quería para mí. No quería entrar si no era lo mío, ni
dejar de entrar si lo era”, afirma.
Fuente:
Universidad de Navarra
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