1. Si
hablas por teléfono, hazlo con alegría. La otra persona se dará cuenta que,
en tu interior, hay una fuerza poderosa: el optimismo de la fe.
2. Si has
de corregir a alguien, hazlo con alegría. Se consigue más con miel que con
hiel. Denotará que, Jesús, dirige tus palabras.
3. En tu
trabajo procura poner el esfuerzo de la sonrisa. Los que te vean
comprenderán que, una fuerza superior, te hace diferente a lo que te rodea.
4. En el
sufrimiento no pierdas nunca la esperanza de la fe. Una enfermedad con el
peso de la tristeza coloca más peso sobre la debilidad de nuestras personas.
Lleva ilusión allá donde exista dolor.
5. Aunque
por dentro llores, lleva siempre un buen gesto en tu rostro. Hay muchas
personas que se conduelen con las lágrimas de los demás pero, otras, se burlan
de ellas.
6. Lleva
con gozo y con cintura tu pertenencia a la Iglesia. Manifiesta, con
alegría, lo mucho que recibes de ella. ¿Qué no te entienden? ¿Acaso Cristo fue
bien acogido en Belén?
7. La
alegría debe der ser el lenguaje normal y ordinario de los cristianos.
Jesús, en todas circunstancias, buscó el bien de los demás. El júbilo debe de
ser el carnet de identidad de una persona que cree y espera a la Navidad.
8. El
adviento afina las cuerdas del alma. Prepárate con la Palabra de Dios, con
la eucaristía de cada día, con el sacramento de la reconciliación y…por dentro
sentirás una especial armonía: la alegría de ser todo/a para Dios.
9. Recuerda
aquello de: “Quién ríe el último, ríe mejor”. Muchos, en la Navidad,
se perderán entre las telarañas del consumo, de las luces sin sentido o
de los mensajes sensibles pero sin contenido cristiano. Jesús no pretende ser
acogido por todos pero sí por algunos. Entre ellos…tú.
10. Jesús
crece en el seno de la Virgen y florece en el pesebre de Navidad. Que seas
tú, con tus labios, un pregón de lo que está por acontecer: La Navidad es el
amor de Dios a la humanidad ¿Lo vas a silenciar o proclamar?
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