Egipto no es solo una extensión de pirámides y de playas bañadas por el sol; es también un país en el que se entrecruzan los intereses económicos y políticos de los poderes fuertes de la Tierra. La revuelta popular de la primavera árabe que explotó en la plaza Tahrir en El Cairo, en enero de 2011, ha producido al final un país que se dirige vacilante hacia un futuro incierto, cada vez más polarizado entre los islamistas y las fuerzas laicas. Los Hermanos Musulmanes, contrarios a la creciente secularización, y determinados a introducir la ley de la shari'ah, asumieron las riendas del Estado en 2012. Tras un año controvertido, Mohammed Morsi, el primer presidente elegido democráticamente en Egipto, fue derrocado por el ejército tras las protestas que se difundieron a escala nacional. El país parece ahora dividido en dos facciones. Los ciudadanos de Egipto luchan ahora por la estabilidad y la recuperación económica mientras avanzan hacia un futuro incierto.
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