Reforma
laboral, despido más fácil y barato, 6.202.700 personas
desempleadas, un desempleo juvenil superior al 57%, fuga de talento,
pérdida de derechos laborales, políticas de bienestar social devaluadas,
reducción del papel del Estado, gobierno de los mercados financieros,
escasa inversión en I+D, precarización, empobrecimiento, objetualización y
mercantilización de la clase trabajadora…
Ante este
oscuro panorama, es fácil caer en la desesperanza y preguntarse, como hacía
Eduardo Galeano hace 12 años, si la estabilidad laboral y los demás derechos de
los trabajadores se han convertido en “un tema para arqueólogos”, en “recuerdos
de una especie extinguida”…
“En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad
del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más
cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo
sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve
a los empleadores para reducir sus costes de mano de obra y multiplicar la
productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién
está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan
trabajo?”
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Que el miedo
no nos paralice. Frente a las políticas deshumanizadas que solamente sirven al
dinero, todavía hay alternativas, y la acción social es la única forma de
invertir ese orden social, político y económico que ha desvalorizado todo
aquello que suena a solidaridad, a dignidad, a justicia social…
Y en esa
línea, hoy, Primero de Mayo, queremos sumarnos al comunicado de la HOAC y la
JOC para “Contruir un futuro nuevo”.
Asimismo,
queremos recomendar la revisión del cuaderno “Trabajo basura”, escrito
por el equipo
de Cristianisme i Justícia en 2001, para leer con un poco de
perspectiva crítica esta crisis y la violencia estructural que comporta a
través de diversos testimonios que siguen de plena actualidad.
Y, por
último, os dejamos con las reflexiones de Julia
López, catedrática de Derecho del Trabajo, sobre la reforma laboral de
2012 que ella misma describe como “una norma que rompe el equilibro entre
empresario y trabajador, situando a este último en una situación grave de
desigualdad e indefensión”.
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