Es un himno que la Iglesia proclama (recita o canta) en el Tiempo
de Pentecostés y en las funciones
solemnes tales como la elección de Papas, la consagración de obispos, la
ordenación de sacerdotes, la dedicación de iglesias, la celebración de sínodos
o concilios, la coronación de reyes, etc.
Estos días, inmersos en la elección de un nuevo papa, ha salido en los
medios de comunicación. Ha sido el canto que los cardenales han entonado al reunirse
en la Capilla Sixtina para celebrar el Cónclave.
Este himno está en latín y se atribuye al abad de Fulda y obispo de
Maguncia Rábano Mauro en el siglo IX. Es una invocación al Espíritu Santo, es
decir, a la Tercera Persona de Dios, creador y mantenedor, avivador de lo que
existe.
Se le ha puesto música de canto gregoriano Normalmente se interpreta al
unísono por un coro de voces masculinas y
a capella, o sea, sin acompañamiento musical. En cada estrofa se repite la
misma música con diferente letra.
Latín
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Castellano
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Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Digitus Paternae dexterae,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.
Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito
In saeculorum saecula.
Amen.
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Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los
corazones
que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete
dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los
tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros
sentidos,
infunde tu amor en nuestros
corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre
los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los
siglos de los siglos.
Amén.
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