sábado, 16 de junio de 2012

Héroes anónimos de Cáritas


Unos 62.000 voluntarios en España regalan su tiempo para aliviar a los que sufren
voluntaria de Cáritas reparte comida a un hombreCanta Joan Manuel Serrat en Seria fantastic que “sería fantástico no pasar más de largo y servir para algo (…), que no perdiesen los mismos y heredasen los desheredados (…). Sería fantástico que todos fuésemos hijos de Dios”. Son los versos que me traduce Carmen Lorenzo del catalán, al teléfono desde Barcelona. Carmen es voluntaria de Cáritas, una más de los cerca de 62.000 repartidos por toda la geografía española, y responde así al porqué de su compromiso con los más pobres desde hace 15 años.
“La motivación es compartir con los demás en un mundo donde hay cosas tan desagradables, ponerte al lado de la persona que sufre para que no se sienta desatendida y sola, para que se sienta querida”, afirma.
Dice, además, que es necesaria la convicción y la voluntad, porque la motivación puede desaparecer, al mismo tiempo que la libertad: “Se trata de abrirse a los demás y compartir con ellos sus experiencias. Estar a su lado”.
Su servicio –no le gusta que se llame trabajo– consiste en acompañar a personas mayores, solas y enfermas casi siempre: va con ellas al médico o a la compra, les hace compañía y está presente en la enfermedad y en los últimos momentos de sus vidas.
Una tarea más asistencial que combina con su colaboración en los cursos de formación para los voluntarios o en los programas también de formación y capacitación para los que se acercan a pedir ayuda.
Inma Jiménez, por su parte, dirige la Cáritas parroquial de Huétor Tájar, una población cercana a Granada. Coordina los distintos grupos que se han organizado en torno a la institución –grupo de oración, ropero, acogida, visita a las familias…–, es la interlocutora con los Servicios Sociales del Ayuntamiento y acude cada viernes a la acogida para colaborar en la escucha y atención de los problemas de los necesitados.
Ya había participado antes, pero su implicación fue a más cuando su párroco le pidió que echase una mano en una casa de acogida de Cáritas. “Entonces, empecé a ir a la casa de acogida. Yo ya participaba de la vida de la parroquia, pero no en Cáritas. Y hace unos meses, me dijo que por qué no me hacía cargo de los grupos. Me lo estaba pidiendo la parroquia y la Iglesia, y acepté”.
Algo parecido le pasó a Merche Belenguer, que dirige la Cáritas de un barrio de Valencia. El compromiso con su parroquia siempre fue importante, y este provocó que la reclamaran para liderar la caridad en su entorno más cercano. Ella y otra compañera son las que llevan el peso de la institución, aunque con la colaboración y buena voluntad de algunas personas mayores.
Los martes son los días de mayor actividad, pues tienen la acogida. “Es impresionante la cola que se forma”, reconoce, y enumera todo lo que hacen, aunque diga que “es poco”: escuchan, pagan algún recibo, compran medicinas, reparten alimentos, comprueban si los niños están escolarizados…
“Se trata de acompañar, aunque sientes que no haces nada, porque hay tanta necesidad… La gente lo que quiere es trabajar y no vivir de limosna”, añade Merche, que reconoce que están desbordados ante tanta solicitud de ayuda.
Concha Otero vive en el barrio de la Alhóndiga de Getafe y allí mismo colabora con Cáritas en la atención primaria y, sobre todo, en la alfabetización de mujeres marroquíes, pues imparte clases de español. Lleva ya cinco años y los progresos de sus alumnas son cada vez mayores.
“Se trata de acompañar, aunque sientes
que no haces nada, porque hay tanta necesidad…
La gente lo que quiere es trabajar
no vivir de limosna”.

Merche Belenguer, voluntaria.
Está satisfecha y reconoce que la labor “es muy bonita”, pero la situación no lo es tanto. Tiene clara la motivación, que le viene de su compromiso en la parroquia y en el barrio: “Los cristianos somos las manos, los ojos y los oídos de Dios, y tenemos que estar cerca de los necesitados. Se trata de llevar un poquito de Dios a la gente de más abajo”.
Más que una ONG
Son voluntarias, las cuatro, que dan voz por un día, con motivo de la celebración recientemente del Día de la Caridad, y ponen nombre a los miles de héroes anónimos que, volviendo a los versos de Serrat, no pasan de largo, sirven para algo y hacen a todos descubrir que son hijos de Dios.
En este sentido, Inma Jiménez explica que Cáritas no es una ONG ni un centro asistencia, sino “el rostro de Cristo en la Iglesia”. “Por eso, la caridad es algo innato en el cristiano. No se trata solo de una labor asistencial, tenemos que llevar a la gente a Dios, que puedan ver que Dios está por encima de todo lo que les ocurre y así puedan tener una esperanza. Nosotros, en este sentido, somos colaboradores de Dios”, explica.
Cuando se les pregunta sobre lo que se encuentran cada día en sus centros, por la necesidades, por las tragedias de gente cercana, transmiten la angustia de quien está al límite, pero también la certeza de que no tirarán la toalla. No todo está perdido. Eso, al menos, sostiene Carmen. “La situación es desagradable, pero de esta crisis tiene que salir algo bueno; no puede ser todo malo, este momento nos va a servir para sacar lo mejor de nosotros mismos”, explica.
“Es muy duro”
Para Merche Belenguer, la situación va a peor, y es que cada vez hay más necesidades. “Antes los que venían eran inmigrantes, y ahora son familias que viven a nuestro lado y cuyos miembros se han quedado en paro”, explica.
Esta situación, tanto ella como su compañara, la viven “muy mal”: “Es muy duro encontrarse en la acogida a gente que ha sido cliente tuyo (tengo una tienda) y que rompe a llorar. Es tremendo que tengan que ir a pedir lo más básico, porque a lo que vienen es a por alimentos, aunque nosotros intentamos encaminarlos hacia un trabajo”.
En el nº 2.805 de Vida Nueva. (Fran Otero)
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