En 1950
el Consejo de Europa convocó un concurso de ideas para confeccionar la bandera
de la recién nacida Comunidad Europea. Arsene Heitz, entre otros muchos
diseñadores, resultó ser el elegido: doce estrellas sobre fondo azul.
Heitz desveló cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas, dice
él, leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac
de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y
según el testimonio del
artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción. En principio Heitz lo tomó como una “ocurrencia”, entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.
artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción. En principio Heitz lo tomó como una “ocurrencia”, entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.
Heitz se declara un hombre profundamente religioso y devoto de la
Virgen, a quien ni un solo día deja de rezar el Santo Rosario en compañía de su
mujer. Y por todo ello concluye que en su inspiración confluyen además de sus
dotes de artista, esas voces silenciosas que el cielo siempre pronuncia sobre
los hombres de buena voluntad, de los que sin duda Heitz forma parte.
Es cierto que ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente
símbolos religiosos, lo que respeta las conciencias de todos los europeos, sean
cuales sean sus creencias. En este sentido, cuando Paul M. G. Lévy, primer
director del servicio de Prensa e información del Consejo de Europa, tuvo que
explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño,
interpretó el número de las doce estrellas, como “guarismo de plenitud”, puesto
que en la década de los cincuenta no eran doce ni los miembros de dicho
Consejo, ni los de la Comunidad Europea. Pero no fue ese el verdadero motivo de
inspiración del artista que diseñó la bandera de Europa. En el alma de Heitz
habían estado presentes las palabras del Apocalipsis: Una gran señal apareció
en el cielo, La Mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y en su cabeza
una corona de doce estrellas. Y sin percatarse, quizás, los delegados de los
ministros europeos adoptaron, oficialmente, la enseña propuesta por Heitz en la
fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955, no se escogió aposta, sino que
vino
determinado por las agendas de los Jefes de Estado. Muchas casualidades,
como para que a partir de ahora no nos sea difícil descubrir entre los pliegues
de nuestra bandera de europeos la sonrisa y el cariño de Nuestra Madre, la
Reina de Europa, dispuesta a echarnos una mano en ese gran reto, que nos
propuso el sucesor de San Pedro, Juan Pablo II: recristianizar el Viejo
Continente con el ejemplo de nuestras vidas y el testimonio de nuestra palabra.
Fuente:
editorial SM
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