El Papa Francisco durante la oración ecuménica en Ginebra. Foto: Vatican Media |
El Consejo Mundial de Iglesias o Consejo Ecuménico de las Iglesias (World Council of Churches, WCC) fue fundado por 147 iglesias el 23 de agosto de 1948 y tiene su sede en Ginebra. A ella pertenecen unas 348 iglesias que engloban a 600 millones de cristianos en más de 120 países.
En este encuentro, el Papa lamentó que con demasiada frecuencia el camino ecuménico “se detiene ante las diferencias que persisten; con frecuencia se bloquea al empezar, desgastado por el pesimismo. Las distancias no son excusas; se puede desde ahora caminar según el Espíritu: rezar, evangelizar, servir juntos, esto es posible y agradable a Dios. Caminar juntos, orar juntos, trabajar juntos: he aquí nuestro camino fundamental”.
“Este camino tiene una meta precisa: la unidad. La vía contraria, la de la división, conduce a guerras y destrucciones. El Señor nos pide que invoquemos continuamente la vía de la comunión, que conduce a la paz. La división, en efecto, contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura. El Señor nos pide unidad; el mundo, desgarrado por tantas divisiones que afectan principalmente a los más débiles, invoca unidad”.
Una reflexión sobre el ecumenismo
El Vaticano II supuso el gran cambio en el ecumenismo. Manifestó claramente que todos los cristianos formamos parte de la única Iglesia de Jesucristo. La Lumen Gentium dice que “la Iglesia se siente unida por varios vínculos con todos los que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautizados” (nº 15). Y la Unitatis Redintegratio, el Decreto sobre el ecumenismo, comienza diciendo expresivamente: “Promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Concilio Vaticano II, puesto que única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como herencia de Jesucristo”.
Hoy día la propuesta ecuménica no trata de buscar una uniformidad bajo una
única autoridad canónica, el papa; sino de buscar la unidad/comunión en la
riqueza de la pluralidad y la diferencia. Buscamos alcanzar la sinfonía eclesial,
desde la variedad complementaria de iglesias que enriquecen la gran Iglesia;
porque no puede haber armonía sinfónica sin los distintos instrumentos y voces
diferentes que la componen. Se trata de reconocer realmente que todos los
cristianos bautizados formamos parte de la única Iglesia de seguidores y
seguidoras de Jesucristo; y que nuestras diferencias son expresión de una
riqueza histórica, existencial, espiritual y teológica que no se debe perder.
Hoy ya no queremos que los hermanos de otras confesiones cristianas sean
como nosotros (“católicos-romanos”); sino que lo que deseamos realmente es que
vivan libremente, con su particular estilo, el seguimiento de Jesucristo, y que
nos ayuden a nosotros a vivirlo con nuestro estilo y tradición. En definitiva,
que sepamos caminar juntos siendo hermanos diferentes.Tenemos necesidad los unos de los otros y debemos ser los unos para los otros”. Más aún, el cristiano debe comprender que la Iglesia a la que pertenece no es para si misma, sino que la Iglesia es para los otros.
Ojalá sea este el espíritu del nuevo encuentro ecuménico en Ginebra.
Fuentes: adaptado de aciprensa.com y religióndigital.com.
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