Muchas
veces, en la Biblia, los números tienen un valor simbólico vinculado al
orden de la creación, en la perspectiva del tiempo (siete días, siete astros),
del espacio (cuatro puntos cardinales) y de la organización social (doce
tribus…).
Especial
importancia recibe el seis, relacionado con las obras de Dios y los días
de trabajo de la semana, trascendidas en el sábado, que está más allá de todo
número (el siete es de Dios). En ese sentido, humanamente hablando, los judíos
sólo cuentan hasta seis, pues todas las cosas de este mundo son seis. El siete
pertenece a Dios. Por eso, no se junta con los seis anteriores, que son números
humanos.
Una parte
considerable de la especulación de los libros apocalípticos judíos (como
los libros de Daniel, 1 Henoc y Jubileos) y en especial de algunos textos de
Qumrán está relacionada con cálculos numéricos y fijación de tiempos sagrados.
En el Nuevo Testamento el libro que más ha insistido en los números ha sido el
Apocalipsis. Este es el sentido de alguno de sus números:
Uno. Significa excelencia y autoridad y
puede aplicarse a Dios (que Es, Era y Viene: Ap 1, 4.8) y a Cristo (Primero y
último..: Ap 1, 17; 2, 8; 22, 13).
Dos. Implica cooperación, tanto
positiva (en los profetas: Ap 11, 1-13) como negativa (en las bestias: Ap 13,
1-18).
Tres y medio
(= mitad de
siete) es el tiempo que pasa, momento breve de persecución de los fieles.
Partiendo de cálculos tomados de Dan 7, 25; 12, 7, Juan lo identifica con un
tiempo (=año), dos tiempos y medio tiempo: los 42 meses o 1260 días simbólicos
de la crisis final (Ap 11, 9-13; 12, 14). sigue...
Cuatro. Es el mundo perfecto y peligroso:
cuatro son los Vivientes del cielo (4, 6.8; 5, 6 etc.), los caballos
destructores de la historia (6, 1-8), los elementos cósmicos (8, 7-12; 16,
1-9), los ángulos del mundo con sus ángeles y vientos (7, 1-3; cf. 9, 14-15;
20, 8), lo mismo que los cuernos del altar (cf. 9, 13) y los ángulos o muros de
la Ciudad nueva (21, 16).
Seis. Es la imperfección del mundo (del
hombre) que, oponiéndose al siete de Dios y su Mesías, acaba encerrándose a sí
mismo, en violencia destructora. Es el número de la Bestia: 6.6.6 (Ap 13, 18) y
del 6º emperador, que ahora reina (tras los cinco pasados), siendo incapaz de
permanecer, pues no puede hacerse siete (cf. 17, 10-11).
Siete. Es la plenitud divina que se
expresa en los espíritus (Ap 1, 4; 3, 1; 4, 5; 5, 6), ángeles (1, 20; 8, 2. 6),
candelabros (1, 12.20; 2, 1), astros (1, 16.20; 2, 1), iglesias (1, 4.11.20) y
en los cuernos y ojos del Cordero, que reflejan su poder (5, 6). Siete son
también los acontecimientos finales que marcan el juicio de Dios sobre el
mundo: los sellos (5, 1.5; 6, 1), las trompetas (8, 2.6), los truenos (10, 3.4)
y las copas destructoras (15, 1.6.7). Hay también un siete negativo que se
expresa en las cabezas del Dragón y de la Bestia (12, 2; 13, 1; 17, 3.7), en
las colinas (de Roma) que forman el asiento de la Prostituta, en los reyes
perversos de la historia (17, 9) y, sobre todo, en el 7º emperador, que
permanece poco tiempo…, pues un siete humano es siempre perversión, es
idolatría. Cuando este emperador desaparezca volverá como octavo uno de los
anteriores, pero Cristo lo destruirá (17, 10-11).
Diez. Es número del poder perverso: los
cuernos de Dragón y Bestia (13, 3; 13, 1; 17, 3.7), los reyes de la tierra (17,
12.16) y los días de prueba que Daniel y compañeros han de padecer porque no
aceptan la comida impura del imperio (2, 10). Se opone probablemente al doce de
la perfección israelita y cristiana.
Doce. Número perfecto de los cielos,
como muestran las estrellas de la corona de la Mujer (12, 1), y de la historia
mesiánica, que se expresa por los hijos de Israel y los apóstoles del Cristo,
vinculados a los ángeles de Dios y a los cimientos y puertas de la Jerusalén
perfecta (21, 12-14), con sus medidas y piedras preciosas (21, 16.21). Desde
ese fondo han de entenderse sus múltiplos: los 24 Ancianos (dos por doce) que
forman la corte de Dios (4, 4) y los 144.000 triunfadores (doce mil por doce
mil) del Monte Sión (14, 1; cf. 7, 4).
Mil. Es signo de una gran multitud
(millares de millares forman la muchedumbre incontable de los ángeles 5, 11).
Se emplea de un modo especial para indicar el milenio: los años del tiempo del
reino de los elegidos; frente al breve tres y medio de la persecución se eleva
el mil de gloria de los elegidos (20, 2-7).
Seis, seis,
seis. Sentido básico del número
Desde lo
anterior se puede interpretar mejor el Número de la Bestia, que es un
número muy concreto, vinculado a la vida económica del imperio, a la injusticia
de los ricos. Así se dice que el Falso Profeta, que es la propaganda
(filosofía, religiones, medios de comunicación), que se pone al servicio de la
primera Bestia, «hizo también que todos, grande y pequeños, ricos y pobres,
libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente.
Y sólo quien llevaba grabado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre
podía comprar o vender. Aquí se debe aplicar la sabiduría. Quien se sienta
inteligente pruebe a descifrar el Número de la Bestia, que es Número humano:
seis, seis, seis» (Ap 13, 16-18).
Éste es el texto
básico, que sigue haciéndonos pensar y sufrir. La identidad de la Bestia y
el posible sentido cifrado de su número (6-6-6) ha sido y es tema apasionante
de estudio y adivinación para estudiosos y curiosos (especialmente para
curiosos). Como veremos, en su origen debía ser (y es) un número bastante fácil
de entender para los cristianos de las siete iglesias a las que va dirigido el
Apocalipsis (cf. Ap 2-3). El conocimiento de ese número servía para mantener el
compromiso cristiano; no era objeto de erudición abstracta, sino de experiencia
de cada día.
Ese número
de la Bestia no podía aludir a una cualidad interior, o a un pecado espiritual,
pues va asociado a comprar y vender, en ámbito social y económico. No aludía
tampoco a un acontecimiento o suceso imprevisible que no se puede evitar,
vinculado con la magia o las apariciones astrales, sino que pertenece a la vida
social y est relacionado con el dinero (comprar y vender), pues aquellos que no
llevaban la marca de la Bestia (el seis.seis.seis) no podían comerciar, ni
enriquecerse, ni formar parte de la sociedad dominadora de los favorecidos por
el poder romano (cf. Ap 13, 17). La cosa es muy sencilla: el mismo dinero
injusto, el comercio de aquellos que se aprovechan del Sistema Romano para
comprar y vender y enriquecerse a costa a los pobres, es el Seis-Seis-Seis.
Según eso, los que han vendido su alma al sistema romano llevan el signo la
Bestia. En el fondo, eso es lo mismo que dice Mt 6, 24 par: la Mamona es Satán
objetivado.
Ésta es la
paradoja. Buscamos el número como si fuera algo externo, con grandes
adivinaciones y teorías esotéricas o mágicas, como si aquel que supiera
descifrar el número pudiera resolver problemas superiores. Pues bien, el
Apocalipsis dice todo lo contrario: aunque no quieran advertirlo ni confesarlo,
todos los que “compran y venden” y se enriquecen a costa de los pobres llevan
el número en la mano o en la frente, como si fuera su carné de identidad, su
pasaporte. Los otros, los que no pueden conseguir ese número (o no quieren
llevarlo, por honradez y opción cristiana) están condenados a ser unos parias,
sin derechos, sin oportunidades, como los fieles de la iglesia del Apocalipsis.
Entendido
así, ese número indica dinero y todo aquello que se puede comprar por
dinero: es la marca completa de aquellos que asumen el sistema del imperio. Los
fieles de Jesús conocen el número, no quieren llevarlo, porque es número de
opresión. Ésta es la realidad que está al fondo del tema: el Falso Profeta (2ª
Bestia) ofrece la marca de la Primera Bestia a los privilegiados de la
sociedad, para que puedan comprar y vender, para bien común del imperio (no de
sus pobres). En esa línea ha de entenderse el 6-6-6, el número más simple, más
vulgar de este mundo malo: el número de los que se aprovechan del sistema y
viven a costa de los otros.
Recordemos
que el imperio romano quiso presentarse como primera sociedad global, capaz de
ofrecer cauces de comunicación entre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf.
Ap 13, 7). Aparecía así como milagro de convivencia, ámbito de paz para los
hombres. No era una Nación-estado, sino el Estado-imperio donde cabían todas
las naciones, cada una con su propia identidad y diferencias. Ese fue su “milagro”,
aquello que nunca se había conseguido sobre el mundo, de tal forma que muchos
veneraron a Roma como Diosa, como revelación de Dios en la historia.
Por eso, su
Número y signo debía ser la eternidad: la Roma Eterna, sentada en el trono
de las grandes aguas (cf. Ap 17, 3). Pues bien, en contra de esa divinización
resisten y protestan los cristianos, en contra de ella se eleva el Apocalipsis,
mostrando a través de este Número que, en el fondo, Roma no es más un signo de
impotencia y muerte, un número incapaz de ofrecer plenitud y salvación a los
hombres. Los romanos se creían enviados por Dios (por los dioses) para fundar y
expandir su orden divino sobre el mundo, de manera que ellos deberían ser 7-7-7
(como los astros del cielo, como la semana sagrada, como Dios). Pues bien, en
contra de eso, los cristianos saben que el número de Roma es un simple 6-6-6,
el número de una criatura mala, que quiere divinizarse oprimiendo a los demás,
pero que terminar destruyéndose muy pronto.
¿Hay más
secretos? Descifrar el Número
La identidad
básica del número de la Bestia (seis.seis.seis) es la que acabamos de indicar:
es un número de injusticia y muerte. En sentido estricto, nuestro
argumento podría terminar aquí. Pero, con el mismo libro del Apocalipsis y con
la tradición posterior podemos dar un paso más. Es muy probable que el mismo
autor del libro y sus oyentes y lectores más antiguos hayan querido jugar con
ese número, de un modo humorista, en voz baja, para así consolarse: éste no es
un número para meter miedo, sino todo lo contrario, para quitar el miedo. Es un
número para decir a los cristianos y a los pobres: no os preocupéis, ese mismo
emperador que parece divino, ese mismo imperio que se cree Dios, no son más que
simples criaturas impotentes, condenadas a la muerte.
Desde ese
fondo, la cuestión de la identidad más concreta del Número (666, 6-6-6),
aplicado al nombre de algún emperador, resulta secundaria. Lo importante
era lo anterior: el seis.seis.seis es la expresión de la impotencia del imperio
divinizado. Pues bien, partiendo de eso, muchos cristianos pudieron aplicar en
voz baja ese número a alguno de los emperadores, alegrándose con ello, pues al
identificar al imperio/emperador con ese número se estaba diciendo que tenía
los días contados, que llegaba ya el tiempo de la liberación para los pobres.
Parece que
en aquel tiempo podía interpretarse sin dificultad; más aún, es muy posible que
pudiera aplicarse de diversas maneras, conforme a los métodos de gematría (cálculo
de letras y número), común en aquel tiempo. Sin duda, su sentido est
relacionado con la lista de reyes (emperadores) que, partiendo del modelo
ofrecido por Dan 7, 25-27, el mismo autor del Apocalipsis ha esbozado más tarde
en su libro (Ap 17, 11-14).
Se trata de
un Número que puede calcularse siguiendo varios modelos de gematría, como
hacían entonces judíos y helenistas: cada número es una letra y viceversa, de
manera que el conjunto puede descifrarse como código cifrado... La riqueza del
tema (y para algunos el problema) empieza cuando se quiere dividir 666 (o 606,
según otros manuscritos) en posibles cifras inferiores, utilizando, el alfabeto
griego o hebreo (arameo) para calcular la suma o sentido de conjunto. Las
combinaciones y lecturas propuestas desde antiguo son variadas y no
concordantes. Las más significativas son: Titán Latino, Nerón Cesar, Cayo
(=Calígula) César...
Pero ninguna
ha logrado convencer a la comunidad de los sabios exegetas, lo cual significa
que el secreto se ha perdido con el autor y con los destinatarios del libro… o
que no había tal secreto, pues se dejaba a cada uno buscar aplicaciones,
sabiendo todos que el seis.seis.seis es la expresión y anuncio de la caída
de un tipo de imperio destructor, que eleva a los ricos-comerciantes por
encima de los pobres y que mata a los inocentes. Un imperio así no puede
persistir, ese imperio es un simple seis.seis.seis… y su representante puede
ser Nerón, Calígula… o simplemente Roma, emperadores y ciudad condenada a la
muerte, para bien de los pobres del mundo.
Es muy
posible que el autor del Apocalipsis haya querido dejar abierto el tema del
sentido concreto del Número. Sólo ha querido indicar que se trata de un
signo y un Número que es puramente humano, finito. Recordemos de nuevo el
sentido de algunos números. La plenitud es Cuatro (hay cuatro vivientes,
vientos, elementos: Ap 4, 8; 7, 1; 20, 28); la revelación escatológica es Siete
(hay siete espíritus, candelabros, astros): el número de prueba es Tres y medio
(mitad de siete) con sus equivalentes (42 meses, 1260 días). Pues bien, el
Número del imperio perverso (que parece divino, pero que tiene pies de barro,
manchados de sangre: cf. Dan 2) es un seis repetido, que nunca llega a Siete,
que nunca puede alcanzar la plenitud.
Por eso,
cuando decimos seis.seis.seis… podemos seguir añadiendo números de “seis” hasta
el infinito (la repetición triple del “seis” es indicación de algo que se puede
seguir diciendo sin fin). Eso significa que Roma no es Cuatro (no es el cosmos
entero), ni es Siete (no es Dios). Roma es un simple seis repetido, impotente,
un “seis” que destruye a quienes se apoyan en su fuerza brutal pero inhumana,
en si riqueza inmensa pero sangrienta. Éste es el Número de aquellos que ponen
su seguridad en el Imperio, entregándole su libertad humana.
Los
cristianos más sencillos lo sabían y lo saben. Por el contrario, aquellos investigadores o curiosos
que buscan con inmensa erudición el sentido más oculto de ese Número lo pueden
estar repitiendo a lo largo de toda su vida, sin darse cuenta de pueden haber
caído bajo el poder del 6-6-6, que es la impotencia y violencia de la finitud,
que es la injusticia de la historia humana. Aquellos que se hacen ricos a costa
del miedo del seis.seis.seis han caído en su trampa. Quienes quieren convertir
el seis.seis.seis en objeto de magia o de cálculos curiosos pierden simplemente
el tiempo.
Por eso,
todos aquellos que, de un modo o de otro, quieren aplicar el seis.seis.seis un
día concreto (como el seis de junio del 2006) van en contra de la Biblia
cristiana. Pueden saciar una curiosidad, pero su gesto no tiene nada que ver
con el evangelio del Apocalipsis de Juan
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