El padre Ángel, fundador de la ONG Mensajeros de
la Paz, ha inaugurado en Madrid el primer restaurante de la cadena Robin
Hood, que ofrecerá cenas gratis para personas sin hogar con la colaboración
de cuatro cocineros con estrella Michelín, aunque espera que se sumen más.
Esta iniciativa, según indica el padre Ángel,
tiene como objetivo que las personas sin hogar "puedan disfrutar
igual que cualquiera de los que pagan". Precisamente, en estos
restaurantes, encontrarán mensajes como 'wifi gratis', 'aquí se fía' o 'se
pueden usar los servicios, aunque no haya consumición'.
El local, ubicado en la calle Eguilaz número 7,
junto a la glorieta de Bilbao, a pocos metros de la parroquia de San Antón,
donde la ONG presidida por el padre Ángel (premio Príncipe de Asturias de la
concordia) ofrece diariamente más de 200 desayunos y 200 cenas gratis para los
sintecho.
Los restaurantes estarán abiertos para la
clientela en general por la mañana y a mediodía y por la noche sientan a su mesa gratis, con platos de
cristal y servilletas de tela, a las personas 'sintecho'. Además, el padre
Ángel plantea la posibilidad de ofrecer un menú de dos o tres euros para
personas con pocos recursos económicos que no puedan permitirse cenar fuera de
casa.
La idea es que en diciembre haya un total de
cuatro o cinco restaurantes Robin Hood funcionando, bien como propiedad de Mensajeros de la Paz o bien a través de un
convenio con los propietarios de los espacios. En la actualidad, el
sacerdote tiene tres locales seleccionados para darles este fin, dos de ellos
en Madrid capital y un tercero en Toledo.
“Son restaurantes normales y familiares donde
para desayunar y comer irán los que pueden pagar y por la noche irán todos los
de la iglesia de San Antón a cenar”, ha subrayado el fundador de Mensajeros de
la Paz, a la vez que ha aclarado que “no se trata de robar a los ricos para dar
a los pobres, sino de que aquellos que tienen mejores recursos y más suerte,
compartan con los que están pasando una mala etapa”.
El padre Ángel ha explicado que las personas sin
hogar y sin recursos que acudan a los restaurantes a cenar contarán con todas
las comodidades. De esta forma, la cena --no un bocadillo frío sino un plato
caliente-- se servirá en mesas con mantel, platos de cristal,
servilletas de tela y camareros de profesión.
El sacerdote asturiano está convencido de que
este tipo de acciones puede sacar de la calle a cientos de personas: "No
podemos pretender que la gente encuentre un trabajo y salga de la calle si no
tiene el estómago lleno, un techo, un lugar donde asearse. Si no se les da la
posibilidad de estar fuertes, lúcidos y limpios nunca podrán insertarse de
nuevo en la vida laboral”. Así, el proyecto se convierte en una vía para
dignificar a las personas “sin techo”, para apoyarles en la búsqueda hacia la
vida normal que desean. Ellos mejorarán y nuestro país, también. Esa es la
tesis del padre Ángel.
El amor en la Iglesia de San Antón
Cuando Alfonso Santamaría, de 46 años, entró por
primera vez en la Iglesia de San Antón, en el barrio de Chueca, hace ocho
meses, no imaginaba que la vida estaba a punto de darle un vuelco radical.
Llevaba 90 días viviendo en la calle, después de quedarse en el paro y discutir
con su hermana con la que vivía en un barrio céntrico de Madrid. “Yo tenía el
ánimo muy bajo, mi madre había fallecido, mi padre estaba en una residencia y
mi hermana, a la que yo le pagaba un alquiler, me pidió que me fuera de su casa
tras una discusión. Yo tenía el ánimo por los suelos y no conseguía ver la
luz”.
La Iglesia de San Antón le ofreció ropa, desayuno
caliente y un bocadillo al día, gente con la que ver el fútbol, alguien que le
escuchaba y la posibilidad de enamorarse de nuevo. Todo eso le ocurrió de
repente, en su momento más bajo, cuando más baja tenía la autoestima. "Uno
piensa que con esas circunstancias nada te puede salir bien”.
Almudena, que pronto llegará a los 40, llevaba ya más
de tres años en la calle. “Yo era adicta a las pastillas, tenía depresión y me
había ido de casa de mis padres porque me enamoré de un chico conflictivo. Él
me dejó poco tiempo después y me dio vergüenza volver a casa, tenía la
autoestima por los suelos, me consideraba una mierda y me daba miedo pensar que
no me aceptarían. Luego todo pasa muy rápido. La primera noche que me vi sola
en la calle dormí en la plaza de Ópera, y a partir de ahí cada día que viene
inviertes toda tu energía en qué vas a comer, dónde vas a dormir, que nadie te
haga daño, que tienes frío. No te quedan fuerzas para pensar a largo plazo. Al
dormir en la calle descansa tu cuerpo, pero la cabeza siempre está alerta.
Pensar en cómo dormir hoy no te deja ver que quizás haya forma de salir de esta
mierda”, dice la madrileña con lágrimas en los ojos.
Los dos coinciden en que conocer al Padre Ángel les ha
cambiado la vida. Están enamorados, piensan en casarse en el mismo lugar en el
que se conocieron y tienen por primera vez desde que son “sin techo” la certeza
de que la salida a su complicada situación está más cerca. “Nosotros queremos
salir de la calle, pero sin apoyo es imposible. Cuando conseguimos algún
trabajillo – Alfonso es churrero y ha trabajado durante mucho tiempo en la
construcción-, la gente no quiere alquilarnos habitaciones en su casa porque se
dan cuenta de que estamos demacrados, delgados, que tenemos la dentadura
estropeada y no confían. Eso te hace sentir que eres lo peor de la
sociedad".
Que alguien les abrace como el padre Ángel, que les dé
un plato caliente o algo de chocolate es lo que más les reconforta. "Te
anima a luchar para salir adelante por ti mismo, pero también por la gente que
confía en ti. Porque se lo debes, y nosotros queremos ganar un sueldo para
tener un techo, comer y ayudar a los que estén como ahora estamos nosotros”,
dice Alfonso, comprometido con ayudar a los restaurantes Robin Hood en cuanto
consiga ingresos estables.
Para Almudena y Alfonso las noches son cada día una
aventura distinta. Ahora duermen en el aeropuerto de Barajas, detrás de unas
columnas. “Allí al menos no llueve y sobre todo, nos sentimos seguros. La calle
es terrible y allí por lo menos hay seguridad y pasamos desapercibidos entre la
gente que tiene que esperar un avión de noche”. No ahorran, porque pagar el
metro de ida y vuelta desde Barajas supone 8 euros por cabeza al día pero
merece la pena porque en la calle cada vez hay más competencia y el índice de
“sin techo” se ha incrementado muchísimo en los últimos dos años. Incluso hay
peleas para dormir en la calle.
Los cajeros y las salidas de aire caliente de los
metros son ahora el paraíso de los que no tenemos hogar y conseguir uno es casi
como que te toque la lotería”, dice Almudena sonriendo. Y conseguir comida
tampoco era una misión fácil. Existen muchos centros sociales y comedores, pero
hace falta estar empadronado. Allí las colas son muy largas y el ambiente muy
difícil.
Al padre Ángel le resulta precario entregar una bolsa
de comida a las personas que tienen que alimentarse en los portales, de pie,
con frío. “Eso desmotiva y deprime a cualquiera. La gente tiene que comer algo
caliente y sentarse a una mesa, es importante ayudarles a recuperar su
autoestima, a mantener su salud y recordarles que, igual que llegaron a esa
situación, es posible salir de ella”, dice el religioso. Por ello quiere que
ricos y pobres utilicen los mismos recursos. Servilletas de tela, vasos de
cristal y nada de cubiertos de plástico. Porque los “sin techo” también
necesitan sentirse integrados y ser más felices. “Compartir sus historias
personales les harán estar más cerca unos de otros, porque de verdad que unos y
otros no somos tan distintos”.
Apoyo de Masterchef y famosos a la
iniciativa del Padre Ángel
Al acto de inauguración del primer Robin Hood
acudieron los chefs Miguel de la Fuente (Hotel Intercontinental), Julius
Bienert (del Canal Cocina) y Pepe Rodríguez (de El Bohío) y juez del programa
de televisión Masterchef, además de la actriz Cayetana Guillén Cuervo.
Emma, la maestra de Burgos
Sobre ello, Emma García, maestra de 27 años nacida en
Burgos y afincada en Madrid, piensa: “Es estupendo que personas de escasos
recursos puedan probar la comida de personas de renombre. Creo que también debe
ser gratificante para un cocinero de prestigio que su comida sirva para hacer
disfrutar a aquellos que tienen muy pocas alegrías y oportunidades. Es una idea
excepcional”. Ella, que actualmente no trabaja ya que decidió dejar el centro
en el que ejercía cuando su hija Nora, de tres años, nació con una enfermedad
rara, está convencida de que hay que ayudar a las personas sin hogar: “Hay
muchas razones que pueden llevar a una persona a vivir en la calle o quedarse
sin recursos. Una enfermedad, una depresión, un paro prolongado. Me parece muy
importante que las personas desfavorecidas puedan sentarse en compañía de la
gente que aprecia y tener un ratito de normalidad que les ayude a olvidarse que
están viviendo en la calle".
Emma sabe que hay muchas personas de su entorno que
son críticas con este tipo de iniciativas y comprende que “en todos los lugares
hay personas abusivas, que se aprovechan de estas iniciativas o que buscan el
conflicto, y eso genera desconfianza entre los que podrían ayudar, pero no se
puede generalizar y creo que hay más gente que necesita y merece apoyo para
salir adelante. Si se ayudan a veinte personas, y hay tres entre ellas que no
se lo merecen, pero muchas otras que sí. ¡Merece la pena!”.
La joven burgalesa compartió más de dos horas de
tertulia con Almudena y Alfonso, y los tres concluyeron su encuentro
convencidos de que tienen mucho más en común de lo que pensaron cuando el Padre
Ángel los presentó. Emma se emociona al explicar que tuvo que trasladarse a
vivir a Madrid: "Mi hija tiene el síndrome nefrótico congénito finlandés,
y por sus problemas de riñón la están tratando en Madrid para que yo pueda ser
su donante. Me ha emocionado mucho saber que Alfonso, que lleva casi un año
viviendo en la calle, fue donante de riñón de su madre hace seis años. Y le
operaron en el Hospital La Paz también, como harán conmigo. Yo por amor a mi
hija y él por amor a su madre. Todos tenemos problemas y si no tienes apoyo
familiar, ni un colchón de ahorros, ni trabajo estable. Es fácil bajar los
escalones de la pobreza. Ayudar es tan sencillo como elegir restaurantes con
conciencia social como éste. No hay que hacer un esfuerzo a mayores, ayudar es
tan sencillo como disfrutar de estar aquí. Yo seguiré comiendo en este
restaurante si eso ayuda a otras personas a tener una nueva oportunidad”,
asegura Emma.
El Padre Ángel, Alfonso, Almudena y Emma se despiden
emocionados tras compartir una cena en la que por algunos momentos todo fue
distendido y normal; una rutina ansiada por aquellos para los que cenar hasta
hoy era un lujo y convencidos de que, tras compartir sus razones para unirse a
esta nueva “locura” del sacerdote, saben que otro mundo es posible.
Fuentes: Europa Press y diario El
Español
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