miércoles, 10 de febrero de 2016

6 cuentos para reflexionar en Cuaresma.

Construir el puente

 
No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes empezaron a discutir. Ésta fue su primera discusión seria que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro con hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes de forma continua.
Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas, seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted”.
Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho, es mi hermano menor".
"La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él cogió su tractor y desvió el cauce del río para que quedara entre nosotros".
"Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero?"
"Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."
El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación”.
Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho."
El hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja durante todo el día para ir al pueblo a por comida.
El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando.
Al regresar el granjero cuando se acercaba la noche, el carpintero había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos y la boca completamente abiertos. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar había un puente. ¡Un puente que unía las dos granjas por encima del río!  Era un bonito puente con pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: "Eres un gran tipo, ¡mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!".
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le dijo el hermano mayor. "Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.
"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes que construir".

1- ¿Cómo te has sentido con esta lectura?
2- Pon ejemplos de esas veces en que eres como el hermano mayor y quieres construir cercas o vallas que te separen de los demás, como por ejemplo: padres, hermanos, amigos…
3- ¿Es bueno que los enfados, riñas, peleas nos separen de las personas a las que queremos?
4- ¿Qué actitudes son constructoras de puentes como el que hizo el carpintero?


  
La mano 

Una profesora pidió a sus alumnos de primer curso que hiciesen un dibujo de alguna cosa con la cual estuviesen agradecidos. Ella pensó que seguramente todos ellos eran hijos de familias pobres no tendrían mucho que agradecer, así que dibujarían platos de comida, o alguna cosa por el estilo.

Sin embargo, la profesora quedó sorprendida con el dibujo que hizo uno de sus alumnos... Era una mano, dibujada de forma sencilla e infantil.
Pero, ¿de quién era la mano? Toda la clase quedó encantada con aquel dibujo.
"Creo que debe ser la mano de Dios", dijo un niño "No, yo creo que es la mano de un granjero que está dando de comer a las gallinas", dijo otro.
Cuando finalmente todos volvieron a su trabajo, la profesora se aproximó a su alumno y le preguntó de quién era la mano.
"Es su mano, profesora" -murmuró él.
Entonces la profesora se acordó que, en varias ocasiones, en el recreo, ella le había cogido de la mano a él, que era un niño raquítico e desamparado. Ella hacía esto frecuentemente con los niños.
Pero aquello significaba mucho para este alumno.

1- ¿Cómo te has sentido con esta lectura?
2- ¿Qué piensas de la profesora?
3- ¿Eres capaz de pensar en los demás y como la profesora dar la mano a los compañeros que lo necesitan? ¿Por qué?




La sonrisa perdida

- ¡Abuela, abuela! ¿Has visto mi sonrisa?
- ¡Sí, mi nena, cuándo sonríes entra el sol por la ventana!
 ¡La luna se hace más grande y florecen mis rosas, y aturde el canto de los pájaros!
- ¡Pero abuela, no la encuentro! Se me ha perdido.
- ¿Qué te ha pasado, mi niña?  -debe ser algo grave, no se pierde la sonrisa tan fácilmente-
-Es que le he preguntado a Julio si me quiere y me ha dicho: - ¡Tonta, borra esa sonrisa de tu cara gorda!
-Y me dejó muy triste y perdí mi sonrisa
- Ven mi niña, que seguro se quedó detrás de una cosquilla. Juntas la buscaremos y volverás a recobrarla.
-En primer lugar, le diremos a Julio que tu carita no es gorda, es redondita. Es muy pequeño y solo se defiende.
-Pronto será tu cumpleaños y vendrán todos tus amiguitos. Sí, Julio también y volverás a jugar y de pronto, verás que aparece.
Cuando nos sentimos solos a veces perdemos la sonrisa. Cuando estamos tristes, pero no dura mucho.
-Te haré una hermosa torta, te pondrás tu mejor vestido y adornaré tu cabecita con ese moño que tanto te gusta.
Y pensé en mi cumpleaños, en los regalos que recibiría, en todo lo que jugaríamos y algo empezó a hacerme cosquillas.
¡Tenía razón mi abuela, no la había perdido porque de pronto la cara se me iluminó y mi boca dibujó una gran sonrisa!
¡Como sabe mi abuela!
¿Cuánto cuesta una sonrisa?
– Nada.
¿Cuánto beneficio nos puede dar?
– Mucho.
¿Qué tiempo dura?
– Un instante.
¿Y cuánto perdura en la memoria?
– A veces toda la vida.
¿Quién es tan rico que no la necesite?
– Nadie.
¿Quién es tan pobre que no pueda regalarla?
– Nadie.
¿Se empobrece el que la da?
– Al contrario, se enriquece.
¿Se puede comprar, vender o robar?
– Sólo se puede ofrecer gratuitamente.
¿Y quién es el que está más necesitado de una sonrisa?
– Aquél que no tiene ninguna para dar.
Sonríe siempre, para no dar a los que no te quieren el placer de verte triste, y para dar a los que te aman la certeza de que eres feliz.

1- ¿Por qué estaba triste la niña de la poesía?
2- ¿Qué hace su abuelita para alegrarla?
3- ¿Crees que las abuelitas lo saben todo? Razona tu respuesta
4- ¿Tiene precio una sonrisa? ¿Cuánto pagarías tú?




La jirafa y el leoncito

Una enorme jirafa se acercó a beber en un río.
Miró alrededor por si había cerca algún león. Tenía que tener cuidado, ya que muchas veces los leones las atacaban cuando estaban bebiendo.
Abrió sus patitas delanteras para poder bajar su largo cuello y se acercó al agua.
De repente escuchó un pequeño gemido, como si alguien estuviera llorando, vio una sombra y se asustó un poco, enseguida observó que un pequeño león se escondía en un arbusto. Era Leonín, un pequeño león que se había perdido.
Leonín, miró hacia el cuello de la gran jirafa que parecía no acabarse nunca. Cuando al fin vio su cara, unos enormes ojos negros le miraban.
El leoncito giró su cabeza y agachó las orejas.
Avanzó la jirafa, a paso lento y tranquilo, hacia él, le tendió la patita.
El león la acarició, dejó de llorar y ambos perdieron el miedo.
La jirafa le preguntó: - ¿Cómo estás tan lejos de tu casa?
Verás, le dijo el león. ¡Me perdí, por salir corriendo detrás de una gacela! ¡Sólo quería jugar!
¡Corrí muy veloz hasta quedar agotado!
¿Qué ocurrió después?
La gacela se espantó y yo me quede en este lugar. Estaba muy asustado, pero soy un león valiente, ¡no quería llorar! ¡Estoy tan cansado!, dijo el leoncito.
Ven, vamos hasta aquel árbol, - le dijo la jirafa – allí descansaremos.
El león se acurrucó entre las patitas de la jirafa y se quedó dormido junto a ella. Juntitos muy juntitos para darse calor.
Pasaron largos días, la jirafa cuidaba de él, le alimentaba y le daba cariño como si fuera su mamá. Un día le explicó que tal vez, dentro de un tiempo tendría que volver con los demás leones, pues era lo mejor para el leoncito.
Una mañana, el león bebía en el río, cuando unos leones se acercaron a él. La jirafa les observaba desde un alto. Contempló como el león se había encariñado con ellos. Había llegado el momento de partir.
Ella vio cómo se alejaba el leoncito para siempre, pero a pesar de todo estaba feliz, porque él, había encontrado a su nueva familia.

1- En esta lectura, la jirafa ayuda al león, a pesar de no pertenecer a la misma familia, y sabiendo la jirafa que el león podría hacerle daño en cualquier momento, ¿alguna vez hemos hecho lo mismo con alguien que estaba triste, llorando y sufriendo?
2- ¿Nos hemos acercado a el/ella con afán de consolarla o porque no nos caía bien o no era de nuestro grupo de cole o de amigos? ¿Hemos mirado para otro lado y no la hemos consolado?
3- En caso afirmativo ¿cómo te has sentido?
4- ¿Crees que hay que ayudar y consolar a todo el que te lo pide o sólo a aquellos que son nuestros amigos? ¿Por qué?
5- ¿Con quién te identificas del cuento?
6- Si fueras jirafa, ¿qué harías? ¿Y de ser león?



La carpintería

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también su culpa, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con todos los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo: “Me voy, pero siempre y cuando sea echado fuera la cinta métrica, pues siempre se la pasa midiendo a todos los demás según su medida, como si fuera el único perfecto”.
Otros acusaban al serrucho por lastimarles tanto. En fin, que la carpintería era un caos. Todos se acusaban de diversos “defectos” al notarse tan diferentes unos de otros.
En eso entró el carpintero y todos se callaron. El buen hombre se puso el delantal e inició su trabajo. Primero tomó la cinta métrica y comenzó a medir unos tablones de madera y a marcarlos con un lápiz. Utilizó el serrucho para hacer las tablas precisas. Luego las unió con tornillos y se ayudó del martillo. Por último, les dio un acabado perfecto y liso con la lija. Así fue que la tosca
madera inicial se había convertido en una linda y útil mesa para comer. El carpintero entonces se fue a su casa con su familia.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: "Señores, óiganme todos. Ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades, no con nuestros defectos. Eso es lo que nos hace muy valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos".
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas, el serrucho permitía moldear la madera y observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

- ¿Qué te ha parecido esta historia?
- ¿Cuál te parece el más necesario de todos ellos?
- ¿Qué utensilio te gustaría ser tú?
- ¿Crees que la unidad es la que hace la fuerza? ¿Por qué?
- ¿Quién es el que hace posible esa unión?




El amor y el tiempo

Hubo un tiempo en el que, en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, existían los sentimientos viviendo libres. En esta isla vivían en armonía el Amor, la Tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el Amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.
Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus barcos, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada, pero sin que corriesen peligro.
Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.
La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.
Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.
Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie.
Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la súplica del amor.
Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.
Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.
Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que lo ayudo... a lo que ésta respondió…. "El Tiempo” …. el Amor cuestionó: ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió:
"Por qué sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"...

1- ¿A qué personaje del cuento nos parecemos a veces con nuestro comportamiento?
2- ¿Hay veces, en nuestro juego, en el cole... que damos de lado a aquellas personas que se acercan a nosotros con cariño pidiéndonos nuestra ayuda?
3- ¿Qué podemos hacer nosotros para demostrar que cada día queremos un poquito más a los que están a nuestro lado?

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