El SALMO 8 nos habla de la majestad de Dios y de la dignidad del hombre. Dios Creador hace al hombre casi divino y le cede el dominio sobre lo creado. Ante la gradeza de lo creado, el hombre siente su pequeñez y entona un himno de reconocimiento.
SALMO 8:
Señor,
dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a
los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y
toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
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